Desarrollo en Brooklyn azota a las iglesias más que el diablo

La transformación del barrio de Williamsburg, ahora con modernos edificios y residentes de mayores recursos, forzó a que los feligreses tuvieran que peregrinar a otras tierras

Fieles salen de una misa en la La iglesia Transfiguración en Brooklyn.

Fieles salen de una misa en la La iglesia Transfiguración en Brooklyn. Crédito: EDLP / Víctor Matos

Brooklyn – La fe que profesan miles de latinos de Williamsburg no ha logrado salvar a sus iglesias del desplazamiento. Mientras el vecindario de Brooklyn se transforma a pasos acelerados en un barrio de modernos edificios y gente pudiente, más de 80 templos de diversas religiones viven un calvario para mantener vivas sus feligresías.

Impulsados por un desarrollo inmobiliario del que no escapan ni las zonas verdes, el alza de las rentas y propiedades, la escasez de viviendas asequibles y el desempleo han obligado a muchos hispanos de la zona a emigrar a estados como Pensilvania, Connecticut y Florida. Aunque dicen que este proceso comenzó hace cinco décadas, a la luz de algunos líderes religiosos su efecto nocivo se siente ahora más y no sólo en la misa o el sermón dominical.

“La mitad de nuestra congregación ya no está con nosotros porque no pudieron sobrevivir en Nueva York”, comentó Julio Mercado, obispo bautista de la Primera Iglesia Getsemani, de la avenida Graham. Mercado, quien preside la coalición de clérigos del cuartel 90, dice que ahora sólo cuenta con unos 35 miembros.

Esta situación es común en casi todos los templos de la zona, advirtió. En cambio, “en otras zonas de Brooklyn que no han sido afectadas tanto por el desplazamiento como Williamsburg, hay iglesias con más de 2,000 miembros”.

Brooklyn, a merced de las pandillas

Getsemani existe desde 1974 en el norte de Williamsburg, donde ofrece servicios comunitarios a inmigrantes y mantiene un exitoso programa de ayuda a drogadictos. “Nos mantenemos con donaciones de otras iglesias y por suerte somos dueños del edificio donde funcionamos”.

Otras congregaciones no han corrido la misma suerte, según el clérigo. “Muchas funcionan sólo en la noche o los fines de semana, otras comparten sus sedes para ahorrar gastos”.

Aunque no fue posible contactar a sus líderes para confirmarlo, Mercado asegura que templos como La Roca de Horeb sobreviven así, como islas rodeadas de tiendas, bares y restaurantes en arterias comerciales como la avenida Bedford. Dos congregaciones – una de ellas hispana – comparten la Iglesia Evangélica Luterana de Saint Paul, en la calle Sur 5, un edificio de 1884 que fue designado patrimonio de la ciudad recientemente.

Otra institución con profundas raíces en Williamsburg busca nuevas maneras para seguir allí. La Primera Iglesia Presbiteriana de Habla Hispana nació en 1925 en la calle Sur 3, donde desde 1860 funcionó como la South 3rd Street Presbyterian Church.

“Con los años la iglesia se convirtió en una comunidad de clase media en un vecindario muy pobre y eso creó un gran distanciamiento”, recordó el reverendo José González Colón. El éxito de sus feligreses, agregó el pastor, motivó su éxodo buscando las oportunidades que no tenían en el vecindario. “Lo que quedó fue una feligresía muy mayor y jóvenes que no son muy activos religiosamente como parte de una comunidad pobre y marginada”.

De más de 700 feligreses que tenían hace 20 años, hoy sólo quedan 80. Además, la falta de recursos es una tortura. “El costo operativo de esta iglesia son más de $135,000 al año”, confesó quien lleva un lustro “tapando hoyos” para mantener su congregación.

Por eso ahora ofrecen cultos en inglés para atraer a las nuevas generaciones, hacen trabajo social con jóvenes para hacerlos culminar sus estudios y alejarlos de la calle, trabajan de la mano con organizaciones de la zona como El Puente y en un futuro aspiran abrir una sede virtual de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.

“Esta comunidad no está preparada para enfrentar esa nueva ola de bonanza”. A juicio del pastor boricua nacido en East New York, hoy más que nunca las iglesias tienen un compromiso comunitario en Williamsburg.

El padre Tony Hernández, de la Iglesia Transfiguración, no ha visto su feligresía mermar, pero no descarta que ocurra en un futuro. “Es cada vez más difícil mantener unida la parroquia y la comunidad”. No hay garantía de que los nietos continuarán yendo a la iglesia como hoy lo hacen sus abuelos, destacó el líder de la mayor parroquia católica de la zona sur que funciona en la avenida Marcy.

“Por un lado, aún tenemos muchas personas que vienen de otros vecindarios y hay muchos feligreses que viven en proyectos públicos y viviendas asequibles, que no tienen la presión de irse por el alza de los alquileres”. Además, por años, líderes de la parroquia han ayudado a crear el sentido de familia de fe en esta comunidad, así como sus servicios comunitarios son reconocidos incluso fuera de su feligresía.

Hernández dijo que, si bien la mayoría de sus miembros son ancianos, ha aumentado el número de parejas jóvenes y los niños. “La población mexicana está creciendo mucho en este vecindario que era mayoritariamente de puertorriqueños y dominicanos. Esas son familias con muchos hijos”.

En Transfiguración sólo un servicio dominical es en inglés, el resto de las misas son en español. “No veo la necesidad de cambiarlo por ahora. La mayoría son latinos que entienden español y son inmigrantes recientes”, expresó el padre de raíces puertorriqueñas, quien en su infancia vivió de cerca los efectos del desplazamiento en su barrio de Carroll Gardens.

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