Sexo sadomasoquista, el placer oculto entre insultos, máscaras y látigos

Las prácticas de sadomasoquismo y bondage son tan populares que constituyen un gran negocio

sadomasoquismo

Algunas personas encuentran placer en el sometimiento. Crédito: Shutterstock | Shutterstock

Nunca hasta ahora había entendido el sentido de las prendas de látex y cuero que usan habitualmente en las prácticas de sadomasoquismo y bondage. Me refiero a esas máscaras tipo Hanníbal Lecter (les dicen “hoods”), catsuits, chalecos, pañales y demás modelitos confeccionados con materiales muy sexys pero que al cabo de un rato, en contacto con la piel, inducen la transpiración o sacan sarpullidos, si se es muy delicado.

Sin embargo la ropa fetichista alimenta el morbo de una elite que goza con ciertos juegos cercanos al sufrimiento físico o psicológico (juego consentido, vale aclarar). A los fans del látex, por ejemplo, les llaman rubbers (del inglés rubber, caucho), tienen su propia bandera (de “orgullo rubber”) y básicamente son de excitarse con solo ver alguien engomado.

Claro, una cosa es verlo en una mujer (recuerden a Gatúbela), pues no debe existir algo más deserotizanteque un hombre en ropa interior y con los genitales asfixiados bajo el caucho. Cuestión es que mirando un reciente desfile de pret a porter íntegramente realizado en látex y dedicado a elevar el outfit del BDSM, entro en el laberinto de la disciplina y oh descubro un oficio novedoso: el de la humillatrix. “A los hombres realmente les gusta la idea de que les arruine la vida” dice Ceara Lynch, experta en denigrar y maltratar mediante insultos, palabras despectivas y escupitajos (spitting o “lluvia plateada”, según la jerga).

¡Qué maravilla! Sin duda, en este mundo hay que reinventarse para subsistir o te come el hambre. Yo misma no me siento capaz ni de levantarle la voz al gato, mucho menos me veo látigo en mano y diciéndole frases hirientes a un señor en cuatro patas, pero el trabajito suena tentador para cualquier chica desempleada: no hay que desnudarse, podemos hacerlo desde casa, pues solo requiere abrir una cuenta de Skype y tener una cámara para grabar videos a medida de la fantasías del cliente.

En los países civilizados las humillatrices ganan hasta $200 por el servicio online. Y digo que es terapéutico porque si te plantó la niñera o se descompuso la lavadora, bueno descargas tu frustración y ¡encima ganas dinero!

Lo mejor, es que nadie sale lastimado. Al contrario. Si al cliente lo tratas de “idiota” se calentará de placer, porque justamente es parte de un juego de dominación y sumisión. El sumiso/a se siente bajo el control del amo/a que con la humillación afianza su poder sobre el/ella, explica un psicólogo en una revista especializada en BSDM.

“El placer en estas situaciones tiene un claro componente psicológico, unido a la adopción de un determinado rol y está relacionado con el masoquismo. Las personas dominantes también pueden excitarse al despreciar al otro/a. Estos juegos se realizan dentro de un contexto de confianza, consentimiento y respeto donde cada una de las partes sabe lo que quiere. La humillación solo se practica en una determinada situación, para conseguir un ambiente concreto, dentro de un juego. La autoestima propia del sumiso/a, en una relación sana, no se ve afectada por estas situaciones en las que cada uno sabe que adopta un rol determinado”, dice el texto.

Vale aclarar que el fetichismo (sentir atracción por algo que subyace al sexo, sean objetos o costumbres) no implica una patología. Existen clubs y comunidades donde se reúnen los rubbers y consiguen sus citas, pues convengamos que si no estás conectado es difícil dar con alguien afin al sexo no convencional. Respecto de la humillatriz, tan bien le va en el negocio que ya está juntando fondos parar filmar su primera película.

– Amanda Jot

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