Editorial: Vientos de cambio para el TLC

La meta principal del TLC era beneficiar económicamente a los pueblos de sus integrantes.

La renegociación del Tratado de Comercio Libre de América del Norte (TLC) es una de las promesas principales que contribuyó a la victoria del presidente electo Donald Trump en los estados industriales más perjudicados por la emigración de empleos a México. A 23 años de la firma del pacto comercial no es disparatado ver lo que ha funcionado bien o fallado en cumplir las expectativas originales para ver si se puede corregir algo.

Varios de los problemas no son necesariamente por lo que está específicamente escrito el acuerdo entre Canadá, Estados Unidos y México. Si no es el resultado de gobiernos que no cumplen con su parte, de efectos no calculados y de un modelo de desarrollo que contribuyó a la acumulación de riqueza en manos de unos pocos.

La meta principal del TLC era beneficiar económicamente a los pueblos de sus integrantes. En México ayudó a la macroeconomía y en Estados Unidos al sector privado -especialmente el grande-pero no sacó de la pobreza al primero y en el segundo redujo el nivel de los trabajadores.

Para poder aprobarse el TLC fue necesario adherir el Acuerdo de Cooperación Laboral de América del Norte (NLAAC) que lidia con el impacto de la asimetrías económicas y diferentes leyes laborales. El resultado no fue bueno. En las maquiladoras del lado mexicano se despedía a quien quería formar un sindicato, se discriminó a las embarazadas y en el campo se permitió el trabajo infantil, todo esto en violación del NLAAC. En Estados Unidos la prioridad de capacitación laboral para los trabajadores desplazado pasó a un segundo, detrás de pagos especiales que los sindicatos definían como un “seguro de entierro”.

La expectativa del TLC para México fue la promesa de una prosperidad que iba a permitirle “exportar productos, no gente”. La realidad, por ejemplo, fue que el agricultor mexicano por razones estructurales no pudo competir con los productos estadounidenses, creando así una nueva de emigración para el norte. Al mismo tiempo, para las empresas de alimento mexicanas fue una bonanza para sus exportaciones y crecimiento.

Canadá está dispuesta a revisar y a México no le gusta. Para Trump no le será fácil hacer cambios al TLC porque requiere la aprobación del Congreso. La industria, como la automotriz, presionará para no pagar aranceles como quiere Trump y la idea de que regresen los empleos suena improbable, ya que las ganancias de las grandes empresas se basan en la mano de obra barata.

Hay motivos para cambiar la dinámica del TLC pero se va a necesitar mucho más que una promesa electoral.

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