Me repatriaron de EEUU; pero en México me gradué

Conoce la historia de Valeria Aragón

MÉXICO – El próximo mes de mayo, Valeria Aragón va a ser licenciada en Relaciones Internacionales. Tiene éxito si se toma en cuenta que en México sólo uno de cuatro estudiantes que ingresan a la universidad logran terminar los estudios y más aún porque se trata de una alumna sui generis que luchó sola por seguir adelante a miles de kilómetros de sus padres.

Hace 10 años fue detenida y deportada por los servicios de migración de Estados Unidos (ICE) cuando iba a tomar un autobús de Miami a Naples donde tenía su hogar y desde donde viajó para ir a ver un concierto de Ricky Martin.

Valeria Aragón llegó a la Ciudad de México a los pocos días para vivir con unos parientes y desde entonces no ha hecho otra cosa que pelear: contra la ausencia de su familia, la depresión con pensamientos suicidas (incluso llegó a pensar en aventarse al metro), contra una sociedad poco solidaria y un salario 20 veces menor al que se acostumbró en EEUU.
Valeria Aragón con sus amigas en Florida.
“En México entendí que la gente está absolutamente sola en medio de una jungla y que uno debe defenderse y no rendirse”, cuenta una tarde de principios de enero vestida con un suéter color vino que le cubre todo el cuello para hacer frente a los dos grados centígrados del invierno capitalino tan distinto al eterno verano de la Florida.

El 2017 es un año clave para ella: termina el castigo legal que prohíbe por 10 años su entrada a Estados Unidos y podrá solicitar un perdón por haber entrado sin documentos al país por el que aún suspira y aunque sabe que tiene pocas posibilidades de que le den una visa, lo va intentar. A pesar del presidente Donald Trump.

Porque todavía los ojos se le llenan de lágrimas al recordar su vida en Naples, aquel pueblo en el que vivió desde que emigró a lado de sus padres cuando era adolescente donde se graduó en la high school, aprendió inglés y era gerente de una tienda de belleza, un negocio del que se hizo cargo cuando a la dueña le detectaron cáncer.

“Yo no me sentía discriminada: tenía amigos estadounidenses que me estimaban mucho”. “Allá mi vida era perfecta”, describe.

Valeria sabe que esa perfección tiene una alta carga de nostalgia por sus círculos sociales y la familia. Así lo explica también la analista Guadalupe Chipole, del Centro de Atención al Migrante, quien durante una década ha atendido a mexicanos deportados.

“Una de las cosas que más cuesta en la reintegración y en sentirse exitosos aunque a veces les vaya mejor que los que se quedaron allá es aceptar que sus padres, hijos o hermanos están lejos aunado al choque económico porque aquí tienen que trabajar mucho más y ganan menos”.

Cuando vivían en México, los Aragón no se llevaban muy bien, pero todo cambió y se volvieron muy unidos cuando emigraron a EEUU, empujados por la salud de Brian, el menor de los cuatro hermanos que padece una enfermedad que le adelgaza la piel y le genera ámpulas similares a las de quemaduras de tercer grado.

En armonía lucharon por una causa común, crearon una empresa y compraron una casa en un lugar tranquilo hasta que las políticas de persecución a migrantes los acorralaron: en 2007, las deportaciones de mexicanos desde EEUU sumaron 528, 473, casi el doble de las que actualmente se registran al año.

Florida fue particularmente agresiva con retenes carreteros y redadas en tren y centros de trabajo. A la repatriación de Valeria siguió la de su hermano Aldo mayor y finalmente tuvieron que mudarse a Seattle, donde viven actualmente con menos presiones por su condición de indocumentados.

“Mi graduación es una de las mejores cosas que ha pasado últimamente y en medio de tantas cosas tristes: mi hermano cayó en coma tras un accidente automovilístico en EEUU”, cuenta sobre el evento que tendrá lugar en la Facultad de Estudios Superiores de Aragón, uno de los campus de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Por eso me duele mucho que mis padres no pueden estar”.

Valeria Aragón con sus nuevos amigos universitarios en México.

Por lo demás, la vida de Valeria en la capital mexicana ha mejorado poco a poco. Trabaja en la farmacéutica alemana Basf, tiene un grupo de amigos cercanos, un novio con quien pretende viajar y mudarse a otro país.

“Canadá o Gran Bretaña”, ataja cuando se le pregunta sobre sus planes a futuro.

Quiere estudiar una maestría para especializarse aún más en asuntos internacionales porque México no le es suficiente y aún le ve muchos defectos a los sistemas político, económicos, de salud y educación. “Han hecho una selva de país en el que gana la ley del más fuerte y eso no está bien”.

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