Prefiero la mentira a la dolorosa realidad

Un consejo de expertos concluyó en forma unánime que era preferible amputar el brazo que arriesgar la vida

cirujano

Crédito: Shutterstock

  • El padre acompañó a su hijo hasta la puerta del quirófano. Hubiera dado la vida por reemplazarlo y ser él a quien operaban. En los instantes de la despedida y antes de que los camilleros desaparecieran luego de empujar las puertas vaivén, el chico miró a su papá queriendo averiguar qué le pasaría. Si efectivamente le amputarían su brazo derecho.

La familia había transitado un calvario de seis años en donde el pequeño tuvo múltiples fracturas de húmero por diferentes carcinomas. Finalmente, un consejo de expertos concluyó en forma unánime que era preferible amputar el brazo que arriesgar la vida.

Los padres nunca pudieron contarle eso al chico, y si bien él lo intuía, antes de ingresar al quirófano miró a su papá en la búsqueda de una respuesta.

– Quédate tranquilo que todo va a estar bien-, le dijo el padre dándole un beso en la frente.

Aunque no dijo más nada, sus ojos humedecidos lo habían dicho todo. El chico ingresó al quirófano mirando por última vez su mano, mientras el padre lloraba amargamente del otro lado de la puerta.

Después de la cirugía y ya en el cuarto, el niño fue volviendo en sí. A pesar de la anestesia y los calmantes, sentía un fuerte dolor en el brazo. No lo movía, no fuera cosa que confirmara lo peor. Ni siquiera quería mirar para ese lado, así que pasó veinticuatro horas con la cabeza girada para la izquierda.

Pese a sus esfuerzos por mantenerse a salvo, entre dormido un día después quiso mover su mano y no sintió nada. Medio inconsciente atinó a ver qué pasaba y observó que el vendaje y su brazo terminaban antes del codo.

Con la piel erizada y de la peor forma, se enteró de lo que ya sabía. Se quedó observando el muñón, como si pudiera comprender lo que veía.

Justo él, que no había querido comportarse como tantos adultos que no quieren conocer la verdad, en la esperanza de que las palabras serán menos dolorosas que los hechos.

¿Y quién podría juzgarlo por no querer ver? ¿No era acaso, lo que hacen los adultos todo el tiempo, convencidos de que negar la realidad la modifica?

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