El Barcelona tiene problemas: la remontada al PSG fue un espejismo

El resultado de la semana pasada ante el Paris Saint Germain simplemente no es reflejo de lo que le pasa a un Barcelona gastado, sin idea, ni alternativas

Cuatro días después de su proeza frente al París Saint Germain, el Barça regresó al estado que le caracteriza esta temporada. Le derrotó el Deportivo, que ya no es el fastuoso Depor que ingresó por sorpresa entre los grandes del fútbol español. Hay una distancia sideral entre este equipo y aquél de Mauro Silva, Bebeto, Fran, Valerón, Djalminha, Makaay y tantos otros jugadorazos. También hay una distancia considerable entre el Barça actual y el de sus grandes ediciones.

El 6-1 al París Saint Germain produjo varios debates falsos. El primero remitió al espejismo de una remontada inédita -ningún equipo se había recuperado de un 4-0 en las 169 ocasiones que se había producido ese resultado en las competiciones europeas- y al optimista efecto que se generó en el barcelonismo. Durante los siguientes días, el dedo tapó la luna. Se aplaudía todo lo que anteriormente se había cuestionado.

Luis Enrique, que había anunciado su despedida después de la masacre de París, recibió tratamiento de héroe. Se le consideró un portento de la astucia. Se dijo que su anuncio había liberado al equipo, aunque esa posición significaba que el técnico no disfrutaba del aprecio de toda la plantilla. También se afirmó que Luis Enrique había tomado su decisión en el verano de 2016 y que su comunicación ratificaba esa certeza general, algo que jamás se publicó en la prensa. La goleada sirvió para que se acomodaran todos los discursos en favor del ganador.

Pocas victorias merecen más el calificativo de excepcional que la del Barça sobre el París Saint Germain. La excepcionalidad radicó en un resultado que contradijo todas las estadísticas históricas en la Liga de Campeones y también en su condición de accidente contra la normalidad. La primera característica de una remontada tan colosal es su relación con el enorme fracaso anterior. El Barça no sólo había perdido 4-0 en París, sino que había dejado la peor impresión como equipo en muchos años. Fue un equipo envejecido y tristón que conmovió tres semanas después por su oficio competitivo, no por su juego.

Sin el reconocible fútbol que hizo célebre al equipo, el Barça tuvo el mérito de imponer su autoridad al cobardón PSG, que hizo todo lo posible por salir goleado. Permitió cuatro goles en los dos primeros minutos del partido y en los cinco últimos. Marcó un gol en su arco y cometió errores sorprendentes en su área. Lejos de aprovechar el gol de Cavani, que lo situaba en la situación perfecta para clasificarse, el equipo francés volvió a dimitir. Se ganó la eliminación a pulso, y así se interpretó en la prensa francesa, que apenas cuestionó la extravagante actuación del árbitro. De eso se encargó la prensa madrileña. En París las críticas se dirigieron al entrenador, Unai Emery, y a los jugadores.

La remontada pasará a la historia, pero no por el juego que desplegó el Barça. Un aspecto interesante fue el rendimiento de Messi. Dice mucho de la excepcionalidad de la goleada la discretísima actuación del mejor jugador del Barça, el hombre que invariablemente ha estado a la cabeza de los momentos inolvidables del equipo en los últimos 12 años. Tampoco fue una noche grandiosa de Messi. Las dos únicas figuras fueron el portero Ter Stegen, y eso dice bastante de lo que sucedió, y Neymar, que adquirió un nuevo estatus en el barcelonismo. Desde ese día, será difícil que alguien se atreva a discutir al delantero brasileño.

Los indicadores previos a la remontada se mantuvieron durante muchas fases del partido. Sólo uno de los fichajes de los dos últimos años, el central Umtiti, fue titular. Es la única noticia positiva del Barça en un capítulo muy decepcionante. Arda Turan, Andre Gomes, Denis Suárez, Digne y Alcácer han sido irrelevantes en el mejor de los casos. En el peor, un lastre para el equipo. André Gomes y Arda Turan fracasaron de tal manera ayer en A Coruña que difícilmente continuarán en el equipo la próxima temporada.

El problema es muy grave porque no hay línea sucesoria a la gloriosa generación anterior, que se ha apagado o está a punto de apagarse. El club ha gastado cerca de 200 millones de dólares en las dos últimas temporadas con un resultado nefasto. La victoria frente al PSG podía maquillar brevemente los defectos, pero las alarmas eran evidentes. Mal juego, envejecimiento, falta de alternativas en la plantilla, abandono de la conexión con la cantera, peso superlativo de una delantera exprimida por la fatiga y la preocupación que genera Messi cuando no deslumbra. No lo ha hecho en las últimas semanas y el pánico se extiende, aunque no se haga público, en la hinchada, aterrorizada ante la peor pesadilla posible: ¿qué será del Barça cuando el genio argentino comience su declive?

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