Niño migrante obtuvo asilo, y aún así pasó 11 meses en prisión

Durante su tiempo detenido —la mayor parte la pasó solo en una celda-, él intentó repetidamente dañarse a sí mismo y sufrió ataques impulsivos de agresividad

Un menor de edad que arriesgó su vida al realizar la travesía desde Centroamérica a Estados Unidos el año pasado, un esfuerzo para escapar de la violencia doméstica extrema que sufría en su natal Honduras, fue encerrado en un centro juvenil del norte de California por casi un año, aunque no tiene antecedentes penales y se le ha concedido el asilo.

El chico, de 14 años, debió haber sido puesto en un hogar de crianza en lugar de una prisión, alegaron sus abogados al San Francisco Chronicle, quienes desde enero cuando se le concedió el asilo a G.E. —identificado por sus iniciales”-, lucharon para liberarlo.

Esta semana finalmente salió libre, después de pasar meses encerrado en un centro donde, según la organización Legal Services for Children, llegó a autolesionarse. Durante sus 11 meses detenido en el centro de detención juvenil del condado de Yolo en Woodland —la mayor parte de su detención la pasó solo en una celda-, él intentó repetidamente dañarse a sí mismo y sufrió ataques impulsivos de agresividad, por lo que guardias se vieron obligados a rociarlo con gas pimienta o atar sus manos y pies.

G.E. arribó a la frontera de EEUU en marzo de 2016, cuando tenía solo 13 años, intentando ingresar por Texas. Su caso documentó graves abusos cometidos por sus padres y cuidadores en Tegucigalpa, la capital hondureña.

Tras su llegada, la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR), del Departamento de Salud y Servicios Humanos, determinó que el niño no tenía familiares identificables en el país y lo colocó durante un mes en uno de los refugios de la agencia. Pero sus repetidos intentos de dañarse y huir lo llevaron a la colocación tras las rejas de las instalaciones en Woodland. En abril pasado, abogados de Legal Services for Children lo examinaron y encontraron que era elegible para solicitar asilo.

Por lo general, se liberan a menores no acompañados que llegan a la frontera a sus familiares dentro de un mes. Una pequeña fracción de los niños, los que cuentan con antecedentes penales o que representan un riesgo o un peligro para sí mismos o para otros, se colocan en instalaciones cerradas. Tal fue lo que ocurrió con G.E.

Tanto tiempo pasó el menor solo tras las rejas que logró escribir una autobiografía de 80 páginas, y leyó cada uno de los libros de las sagas de Harry Potter y Twilight.

El 10 de enero, tras casi un año de estar encerrado, su caso de asilo fue aprobado por el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos, otorgándole un estatus migratorio legal y derechos que pueden conducir a la residencia permanente y la eventual ciudadanía. Tras esta victoria, sus defensores asumieron que eso significaba que él sería puesto en libertad y colocado en un centro de cuidado de crianza temporal, ya sea localmente o a través del sistema federal. Pero permaneció en Woodland hasta esta semana de marzo.

Hoy, ya se encuentra en un hogar de crianza donde se habla español y donde se supone se especializan en tratar la salud mental.

El caso de G.E., mientras único, no es inusual.

Según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, más de 155,000 niños han cruzado la frontera sur solamente en los últimos tres años, la mayoría de ellos huyendo de pandillas violentas, pobreza y abuso doméstico en El Salvador, Guatemala y Honduras. Casi una quinta parte de los niños no acompañados que llegaron el año pasado tenían 12 años o menos, según la ORR.

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