Deportado busca trabajo para otros retornados “con un solo click”

Un sinnúmero de DACAmentados deportados a México cuentan con estudios universitarios, pero raramente son validados en México

MÉXICO.- Detrás de los ventanales de cristal hay una primorosa plaza donde se alza el Monumento a la Revolución bordeado de fuentes y jacarandas a las que Israel Concha apenas presta atención en este momento porque el júbilo al interior de la oficina es mucho mayor debido a una noticia que acaba de leer en la computadora.

Beatriz Villanueva, una joven deportada que comenzó a buscar trabajo hace tres días ya recibió una oferta gracias al sistema “Lisa” que Israel diseñó para ayudar a los migrantes repatriados de Estados Unidos a encontrar trabajo.

Venir a México después de haber vivido toda tu vida en Estados Unidos es muy complicado – reconoce Israel, de 38 años, quien fue deportado de Houston en 2014 con sólo una bolsa de malla plástica como propiedad.

Israel se graduó en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de Texas y, sin embargo, aquí sólo ha tenido un camino laboral. “Por ahora la única industria donde una persona bilingüe y deportada puede tener una buena oportunidad de empleo es en los call centers”, explica.

Los centros de atención telefónica al cliente o “call centers” son empresas transnacionales con presencia en 23 países que debido al alto número de deportados completamente bilingües han hecho de México un mercado redituable: con lo que pagan cuatro salarios aquí pagan uno en EEUU.

“Aún así es un buen lugar para empezar y entender como funciona el país”, reconoce este deportado que automatizó la búsqueda de posibles candidatos de empleo. “Lisa” detecta los correos electrónicos de personas que escriben en redes sociales palabras clave como “looking for job’”, “call center” “deported” o similares.

Los destinatarios reciben información sobre la oferta de trabajo empresas de atención telefónica así como el teléfono y la dirección de Workforce, la asociación civil creada por Israel que busca dar prioridad al asunto laboral.

“Hemos logrado emplear en un año y medio a unas 1,000 personas (alrededor de tres al día) a través de convenios de apoyo con los call centers en la Ciudad de México, Guadalajara y León”, calcula Israel orgulloso: ni la Secretaría del Trabajo tiene una cifra similar, al menos de manera pública.

Israel Concha en la terraza de las oficinas de renta compartida en la CDMX.
Israel Concha en la terraza de las oficinas de renta compartida en la CDMX.

“Una segunda etapa es lograr que se abran las puertas de las empresas a personas que regresan con conocimientos técnicos calificados en la agricultura, la construcción o los restaurantes, personas que manejan maquinaria muy especializada y que nadie más sabe hacerlo en México”.

Mientras tanto, “Workforce” comenzó a integrar una red de trabajo que ayudará de manera integral a los deportados. Para terapia psicológica, cuenta con apoyo del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México que actualmente brinda este tipo de servicios; para apoyo educativo, con el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey que impartirá cursos para ayudar a mejorar la gramática del español.

“Los deportados vamos a ser un beneficio para el país de muchas maneras”, dice Israel en voz positiva.

Los primeros pasos

La odisea de Israel comienza el mismo día en se pasó la luz roja de un semáforo en la ciudad de Houston, Texas, y una patrulla lo detuvo para pedirle los documentos que no tenía, los mismos papeles que le hicieron falta de niño y en la universidad para tener becas.

Los policías de tránsito lo llevaron a las oficinas condado y ahí llegaron agentes del ICE para trasladarlo a un centro de detención donde permaneció ocho meses junto con 50 personas en un cuarto de tres metros cuadrados. Luego lo cambiaron de celda hasta que lo expulsaron a Nuevo Laredo, Tamaulipas, un año y medio después de su detención.

“En todo el tiempo del proceso yo nunca lloré, pero apenas crucé la línea fronteriza se me salieron las lágrimas: estaba dejando toda mi vida atrás ”, cuenta Israel camino a la terraza de la azotea de las oficinas que rentan en tiempo compartido.

Atrás quedó su ex esposa, su hijo Mason, quien nació en noviembre de 2012, el mismo mes en que fue detenido y sólo lo vio una vez cuando estaba en la corte, de lejos: atrás quedó su propia empresa que le había dado una casa frente a la bahía y atrás quedó el socio que lo traicionó y se quedó con todo el dinero.

Pero en México vivió algo más grave: un secuestro por parte del crimen organizado que le sacó dinero y del que escapó de milagro cuando sus vigilantes dejaron una ventana abierta. Una familia que pasaba por ahí lo llevó al hospital y le ayudó viajar a la Ciudad de México.

“Así empecé mi vida en este país: unos abusaron, otros me ayudaron, pero siempre yo prefiero ver el vaso medio lleno”.

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