“Abandonados del mundo”, así es vivir dentro de un centro de detención para migrantes en Estados Unidos

Al tiempo que cientos de detenidos por inmigración en Tacoma, Washington, realizan una huelga de hambre, varios de ellos cuentan por qué la protesta y por qué están cansados de las condiciones en el centro de detención, uno de los más grandes del país.

Todos los días, en cada comida, les sirven lo mismo.

“Arroz y frijoles, frijoles y más frijoles. Una tortilla y una rebanada de jamón. Un pedazo de pan, salsa de manzana y un cuarto de leche”, dijo Carlos Tapia. “Llevo un año detenido comiendo lo mismo”.

Tapia es uno de los varios cientos de migrantes presos en el NorthWest Detention Center de Tacoma, Washington (NWDC) que a principios de esta semana se declararon en huelga de hambre.  NWDC es propiedad de la empresa Geo Group, una de las grandes empresas privadas carcelarias del país, contratad por el gobierno estadounidense para estos fines.

Según varios detenidos con los que habló La Opinión telefónicamente y de acuerdo a activistas que los apoyan desde afuera, ya son más de 700 los que han participado en la protesta, aunque no se ha podido obtener confirmación oficial de las autoridades del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Tapia, que llama desde dentro de la cárcel, explica que tiene tiempo muy limitado para hablar, porque las llamadas son mucho más caras que en el exterior.

“Alrededor de 2 dólares por diez minutos de llamada”, dice Tapia. “Y acá si no tienes familia que te deposite en tu cuenta, es imposible juntar para llamar, o para comprar algo diferente en la comisaría (tienda)”.

¿Por qué la huelga?

“Estamos cansados, la comida es muy mala. En la comisaría venden otras cosas, como sopas ramen y chips, pero todo es más caro acá adentro”, explica. “Una sopa ramen que afuera cuesta 10 centavos, aquí vale 60 centavos”.

A veces les ofrecen un pedazo de pollo, pero eso solo le toca a la unidad (pod) que gana por tener el dormitorio más limpio. Son una docena de unidades, de unas 90 personas cada una, explican.

No es fácil superar la inspección de limpieza, porque no les dan detergentes ni líquidos para limpiar. Sólo agua y “mapeadores” que se usan una y otra vez. “La verdad a veces todo queda peor al tratar de limpiar”, dice.

“Si ganamos la mejor unidad entonces nos toca un pedacito de pollo a todos los de la unidad”, agrega Tapia. “Pero es difícil. Solo una vez hemos ganado en la mía”.

Ebodio Castrejón tiene seis meses detenido. Como otros de los detenidos en NWDC fueron enviados allí luego de cumplir tiempo en la cárcel por algún delito, generalmente menor.

Castrejón denuncia que la atención médica es pobre, casi nula, algo que ya han documentado estudios realizados por expertos desde el exterior.

“Cuando se enferma alguien le dan agua y aspirina. Es todo”, dijo Castrejón. “Aquí no hay médicos o rara vez hay. El otro día me caí y me dieron hielo y aspirina. Por días he tenido dolor en el hombro. Te dan un ibuprofen de esos y ya”.

Activistas del NorthWest Detention Center Resistance en Tacoma, Washington, acampan afuera del centro y visitan a los huelguistas para darles ánimo (Proporcionada por NWDC Resistance)

NWDC no es cárcel para criminales, es un centro de detención de inmigración para presos civiles que esperan su deportación o están peleándola legalmente. Como Castrejón, muchos tienen algún delito, generalmente menor, pero ya han pagado por él en otra parte. Luego los agarraron para deportarlos.

En su caso es un DUI o cargo por manejar bajo la influencia de alcohol. Además, Castrejón regresó tras dos deportaciones. La primera al entrar en 1998, y la segunda en 2006 para estar con su familia. En Portland tiene esposa e hijos.

“He cometido errores, claro”, dice. “Pero he pagado mis “taxes”, tengo un trabajo de limpieza, he estado aquí la mitad de mi vida”.

Un tercer detenido que no quiere dar su nombre llama desde otra cuenta. Es peruano, pero llegó a Estados Unidos cuanto tenía 7 años, hace casi 40 años y habla mejor el inglés que el español.

Él cuenta que detenidos con problemas mentales o nerviosos vagan entre los demás, dependiendo de la solidaridad de otros para comer, por ejemplo.

“Hay mucha gente “mental” aquí, que no les dan medicamentos. Caminan por ahí como zombis y tenemos que cuidarlos, a veces no comen. Le decimos a los guardias que tienen que darles una opción, atenderlos, pero nada”, explica.

Se queja de que los detenidos pasan meses en ese lugar sin llegar a hablar con un juez, sin asistir a una audiencia. Y que la mayoría que no habla inglés no sabe que ese es su derecho o como exigirlo.

“Los jueces son personas educadas, pero muchos de los que están aquí no saben hablar inglés, apenas saben leer”, explica el detenido. “Yo terminé yendo con un juez porque entré a la biblioteca, hay libros sobre la ley, y vi que tenemos derecho a ver un juez. Pero yo he visto cómo operan los jueces aquí dentro. Son muy estrictos, apenas dejan hablar a los detenidos, tenemos tres jueces aquí adentro y a nadie le dan fianza”.

Máximo Cruz Figueroa es otro detenido, un mexicano que llegó a NWDC hace 5 meses. Afuera dejó esposa y tres hijos. Hace poco se quejó de que los rastrillos que les dan para rasurarse son usados. “¿Les quita uno el plastiquito y vienen con pelos, como es que dicen que es nuevo?” Agrega que no hay desinfectantes y que hace poco pasó un mes y medio con un hoyo en el zapato hasta que le permitieron tener otros.

“Como yo trabajo lavando los baños me entraba el agua y tenía que cambiarme los calcetines. Pero como no nos permiten tener calcetines extra, ahí andaba”, dice Cruz.

La higiene justamente es otra de las quejas que tienen. “El jabón para trastes y el que usamos para bañarnos es el mismo”, comenta.

Cruz se lamenta de haber dejado a su esposa afuera “con todas las responsabilidades”.

“Por eso no me quejo, no espero que me den dinero, como lo que me dan aquí, no trato de comprar nada en comisaría, ni llamo por teléfono. Si alguien solo tiene familia en México cobran 10 dólares por tres minutos.

Los detenidos tienen la opción de trabajar dentro. De hecho, son quienes hacen casi todo el trabajo en el interior de estos centros: lavandería, limpieza, pintura, cocina. Los reglamentos internos de DHS mandan que no se les pague más de 1 dólar al día por ese trabajo. Actualmente existe una demanda de clase contra esta práctica en un tribunal federal del país.

Pero entretanto, GEO Group tiene un negocio redondo, ya que los detenidos hacen prácticamente todas las labores internas de mantenimiento y atención a los detenidos, con excepción de la seguridad -hay guardias- y lo hacen por esa cantidad de dinero, apenas una fracción del salario mínimo.

La mayoría no tiene opción, son casi indigentes, no tienen familia o no tienen cara para pedirles nada. Además, no hay más nada que hacer allá adentro.

“No hacemos nada. No hay escuela, solo vemos televisión. Somos como gente en un hogar de retiro que alguien tiró allí y se olvidó de ellos”, dijo. “Estamos abandonados del mundo”.

A continuación un video sobre el Centro de Detención de Tacoma publicado por una organización no lucrativa que busca divulgar historias poco cubiertas por los medios masivos.

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