A tocar trompetas en Wall Street

Cuando Nueva York consistía de solo la puntita de Manhattan, allá por los años 1600, los colonos europeos levantaron una pared a lo largo de un vericueto que llamaron Wall Street, para protegerse de los indígenas que habitaban el resto de la isla. Estos insistían en atacar a los holandeses allí asentados, quizás porque se sentían engañados por haber recibido solamente unos $24 dólares por la compra de la isla a la boca del Hudson.

No cabe duda que los indígenas hicieron un mal negocio cuyas repercusiones llegan hasta hoy día. Por otro lado, esa es la historia del nuevo continente que fue comprado a punta de lanza, con sangre y espejitos y collares de vidrio de botella.

La muralla ya no existe en su forma física, pero queda el nombre y el simbolismo. Wall Street es más que una callecita retorcida en el bajo Manhattan. Wall Street es la vena aorta de las finanzas y del comercio internacional, es el muro que separa a los que tienen de los que no tienen.

En Wall Street no se fabrica nada. A diferencia de Broadway, esa otra gran vía neoyorquina, allí no hay cabida para la creatividad artística. Allí hay espejismos y malabarismos. Allí se hace dinero con el dinero, se especula y se arriesga el dinero de otros. Allí se compran políticos y se vende el futuro de los trabajadores y los ancianos y los estudiantes. Wall Street es un casino para jugadores empedernidos y los cuarteles generales del saqueo nacional.

La economía y el mundo de las finanzas son un gran misterio que pocos logran entender. Es una telaraña complicada que nos envuelve y tenemos miedo de sacudirla y arrancárnosla de los ojos porque nos han dicho que se puede derrumbar el país. Y así es. El siglo pasado durante la Gran Depresión de los años 20 y ahora en la primera década del siglo 21, el país se ha derrumbado no porque nadie tratara de sacudir la telaraña, sino porque la araña siguió tejiendo y tejiendo con hilos cada vez más finos y débiles, creando una red incapaz de sostener ni a la misma araña.

Y cada vez que hay un derrumbe económico, los indios al otro lado del muro son los que pagan. Pero quizás esta vez algunos comienzan a ver claramente.

En estos días grupos de protestas han marchado y ocupado sectores del distrito financiero para denunciar a un sistema que favorece a los ricos a costa de los ciudadanos comunes.

Pero este evento ha sido casi ignorado por los medios de comunicación, más interesados en la última estupidez expresada por algún candidato presidencial que en la ira e indignación del pueblo. A pesar de que una encuesta de Pew Research Center indica que 46 por ciento de los encuestados están muy interesados en los temas de desempleo, la crisis fiscal, la deuda externa y el aumento de la pobreza, la cobertura por parte de la prensa alcanza solo un 18 por ciento.

Pero hacen falta más de siete días y más trompetas para que el muro de Wall Street sufra la misma suerte que el de Jérico.

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