Deportados aislados de proceso electoral

Son 127 que viven en Guatemala y no participaron en las pasadas elecciones

Ciudad de Guatemala – En la aldea es San José Calderas, en el municipio de San Andrés Itzapa, Chimaltenango (occidente guatemalteco), viven 127 deportados de EEUU para quienes los últimos procesos electorales han hecho poca diferencia- incluido el del pasado 11 de septiembre – para elegir diputados y alcaldes y que llevará a una segunda vuelta para elegir presidente en noviembre.

Los migrantes fueron capturados en Postville, Iowa, en mayo de 2008, y deportados a Guatemala cinco meses después, con sus 11 hijos nacidos en Estados Unidos. Según Marco Tulio Guerra, abuelo de un niño estadounidense, estos niños (y tres más en una aldea cercana) no reciben apoyo de EEUU ni de Guatemala.

Diez días después de las elecciones, el único rastro de campaña cuelga sobre una calle de terracería: una hilera de banderillas verdes y blancas con el rostro de la ex Primera Dama, Sandra Torres, cuando aún aspiraba a ser candidata presidencial del partido oficial Unidad Nacional de la Esperanza (UNE)-una prohibición constitucional se lo impidió. El rostro de Torres, divorciada del mandatario Álvaro Colom, no despierta gratitud en Calderas.

Tras 14 meses de gestiones ante la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente (SOSEP), ayuda ofrecida para los niños y ancianos de la comunidad no se materializó. La asistencia monetaria mensual, que el gobierno otorga a familias de escasos recursos (un programa que Torres también creó), benefició 100 mujeres durante sólo dos meses.

En enero de 2010, el Consejo de Cohesión Social (que inició Torres) registró la construcción de 96 viviendas en San Andrés Itzapa, más no en Calderas. Guerra reveló a EL DIARIO/LA PRENSA que la mayoría de deportados tenía viviendas de caña y lámina, porque todavía están pagando el viaje a EEUU. El mismo año, el Consejo Nacional para la Atención del Migrante Guatemalteco (Conamigua) consiguió que la organización privada Un Techo para mi País (que construye casas para familias pobres a cambio de una contribución de $100 por casa) levantara 37 viviendas en Calderas. Conamigua financió el traslado de materiales. Ahora otras familias también esperan ayuda.

Hace dos semanas, Conamigua también solicitó una cita al Consulado de EEUU en Guatemala, “para gestionar alguna ayuda” para los niños estadounidenses, según dijo a EL DIARIO/LA PRENSA Fernando Castro, portavoz de la organización. Todavía esperan una respuesta.

La comuna de San Andrés Itzapa argumenta tener pocos fondos, y después de tres administraciones en el puesto (12 años), el actual alcalde perdió la reelección. En enero lo sustituirá un candidato de Libertad Democrática Renovada (LIDER), uno de cinco partidos que hicieron campaña en Calderas, aunque sus planes de gobierno no destacan la atención al migrante y en la aldea no hay centro de votaciones. Sus habitantes-incluido Guerra-debieron viajar tres kilómetros y medio de terracería hasta la aldea Chimachoy para votar. Ese día, la orden gubernamental de transporte gratuito fue inútil; no hay transporte público hasta Calderas. Sólo se puede llegar o salir a pie, en caballo, motocicleta, o-cuando llueve-en vehículo de doble tracción.

Mientras el nuevo alcalde toma posesión, la Asociación de Deportados de Postville, con asesoría de Conamigua (que coordina el escaso apoyo estatal a los migrantes), y cuya inscripción legal se completará en octubre próximo, podrá recibir donaciones sin depender de la municipalidad.

Sólo 16 kilómetros, 8 de ellos de agreste terracería, separan a Calderas de Antigua Guatemala, la ciudad más turística del país (a unos 45 kilómetros de la capital). Sin embargo, la aldea tiene 2,852 habitantes y únicamente una “unidad de salud” de dos habitaciones, una enfermera cinco días a la semana, y una doctora tres de esos días. “Reciben más de 50 pacientes diariamente”, dijo Guerra, quien reveló que dos adultos y cinco niños murieron en agosto pasado por falta de medicamentos, y porque el hospital más cercano está en Antigua. Son frecuentes las enfermedades (incluso entre los niños estadounidenses) por la contaminación: una fosa séptica sin mantenimiento y la falta de un sistema de recolección y tratamiento sanitario de la basura.

La ayuda gubernamental de US$3 millones en salud para Chimaltenango en 2010 parece no haber llegado hasta Calderas, donde el problema de salud se agrava porque el único pozo mecánico sólo genera agua durante dos horas al día. La época lluviosa, que acaba en noviembre, no alivia la escasez y causa otros problemas. El deslave de una colina está a punto de derrumbar el muro de un aula, en una de las tres escuelas de la aldea. Al menos 400 niños y adolescentes asisten a éstas, aunque tienen pocas posibilidades de llegar a la universidad, o de trabajar en Calderas.

“Nada más [hay] corte de café y mantenimiento de carreteras por temporadas, o recolección de madera y materiales de abono”, dijo Guerra. Él y su esposa ganan menos de US$500 mensuales, el sueldo de Guerra antes de viajar a Postville, a donde le acompañaron dos hijos (también deportados). Entre los tres enviaban US$1 mil semanales a Guatemala.

“Las remesas generaban empleos”, aseguró Guerra, para quien el cambio es palpable. “[Calderas] es la aldea más grande de San Andrés Itzapa, pero la más abandonada”.

Algunos residentes de Calderas quisieran seguir a 28 deportados que regresaron a Postville en diciembre pasado con visas de trabajo. Pero Guerra espera que la asociación consiga fondos para generar empleos para quienes no pueden migrar, especialmente si la aldea permanece intocable por los procesos electorales.

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