Hispanos a la universidad de afroamericanos

CHARLOTTE, Carolina del Norte – Yerisson Cárdenas sintió que se le venía el mundo encima cuando se enteró de que no podría recibir la beca que le había ofrecido la Universidad de Georgia y que cubría todos los gastos de sus estudios superiores.

“Siempre he querido salir adelante por mi familia. Somos cinco hermanos, yo soy el mayor y quiero ser un ejemplo para ellos”, dijo Cárdenas, cuyas esperanzas de estudiar sufrieron un duro golpe en octubre de 2010, al aprobarse una ley según la cual cinco universidades de estado de Georgia -Georgia State University, Georgia College, State University, Georgia Tech y la Georgia Health Sciences University- no entregarían más ayuda económica a estudiantes extranjeros que entraron y viven en el país sin autorización legal.

La casa de estudios no le negaba la admisión, pero le cobraba matrícula de no residente, que es mucho más costosa, que la de los residentes.

Por ejemplo, la colegiatura en la Universidad de Carolina del Norte (UNC por sus siglas en inglés) para un residente legal del estado le cuesta $4,153, mientras que un residente fuera del estado le tocaría desembolsar $14,565.

Los inmigrantes sin autorización legal son clasificados, por las universidades públicas, como “residentes fuera del estado”.

Cárdenas, quien tenía seis años cuando cruzó el desierto con su familia e ingresó ilegalmente a Estados Unidos, pensó que se le cerraban todas las puertas de la universidad a pesar de que había sido un estudiante meritorio en la escuela secundaria, en la que tuvo un promedio general (GPA en inglés) de 3.84 sobre un máximo de 4. Su puntaje en el examen SAT de admisión para la universidad fue altísimo 1790. El puntaje promedio gira en torno a los 1500.

Pero su trabajo cortando el césped jamás le permitirá pagar matrículas de no residente en una institución como la Universidad de Georgia.

El mexicano, no obstante, no se entregó. Siguió golpeando puertas en busca de un estado en donde su situación legal no fuera un obstáculo para continuar sus estudios.

Su vida cambió cuando fue admitido por la universidad Johnson C. Smith, una histórica institución académica afroamericana de Charlotte, Carolina del Norte, fundada hace 144 años y con 28 programas académicos.

Johnson C. Smith no solo lo aceptó, sino que también lo becó al darse cuenta de sus buenas calificaciones de la escuela secundaria.

Johnson C. Smith asoma así como una alternativa para estudiantes hispanos que no pueden ir a la universidad por falta de recursos.

Según el Centro Hispano Pew, cada año 65.000 estudiantes que están en el país ilegalmente se gradúan de la escuela secundaria en Estados Unidos, pero sólo entre el 5% y 10% ingresan a la universidad debido a que las leyes federales no les permiten trabajar y recibir ayuda económica a raíz de su estatus legal.

El estudio también dice que aproximadamente tres de cada cinco estudiantes sin papeles que asisten a la universidad abandonan los estudios por no poder pagar el costo o no encontrar un empleo estable que les permita pagar su educación.

Muchos estados no prohiben a los inmigrantes sin autorización legal cursar estudios universitarios, pero los obligan a pagar las costosas matrículas de no residentes, lo que, combinado con la ausencia de becas, en la práctica les cierra las puertas de la universidad.

La Johnson C. Smith es por ahora la única de once universidades de afroamericanos (seis privadas y cinco públicas) de Carolina del Norte que ha implementado una estrategia que se enfoca en el reclutamiento de estudiantes hispanos con puntajes de SAT y GPA altos, sin importar su estatus migratorio, concediéndoles incluso becas, para hacer frente al éxodo de estudiantes de raza negra a otros centros de estudio.

“Para nosotros no son indocumentados, son estudiantes”, dijo el profesor Bahena. “No los vemos como una persona que se pasó un alto, los vemos con un potencial de contribuir a la sociedad y creemos que le cuesta más a la sociedad no educar estas mentes brillantes que educarlas, para la universidad es una inversión en ellos”.

El académico dio en junio de este año una charla a los estudiantes de la secundaria Vance de Charlotte acerca de las oportunidades que brinda Johnson C. Smith.

“Tendrías que haber visto las caras de ilusión y sorpresa de estos estudiantes cuando escucharon hablar al profesor Bahena. Escuchaban incrédulos”, dice Cristina Sánchez, directora del departamento de inglés como segunda lengua y responsable de los estudiantes con limitaciones en inglés de esta escuela secundaria.

En el auditorio se encontraba Miriam García-López, una joven mexicana de 18 años que después de escuchar al profesor Bahena se acercó a Johnson C. Smith y hoy es una de las estudiantes que reciben ayuda económica de la institución.

Este año Johnson C. Smith entregó más de 163.000 dólares en becas a 16 jóvenes hispanos.

La universidad cuenta con un presupuesto de becas para 100 estudiantes cada año, que oscilan entre 6.500 y 25.000 dólares al año y se entregan según el desempeño académico que el estudiante haya tenido durante la secundaria.

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