María del Rosario, una voz que no se apaga

La cantante colombiana compuso la canción 'Las sombras en las torres'

Hace ya años que no pisa los escenarios que tanto amó; esos tablados que tronaban con su voz profunda y sus canciones de amores náufragos y dolientes.

“Solía cantar durante horas”, dice con un dejo de nostalgia esta colombiana que se ganó el apodo de Reina del despecho en su tierra natal donde empezó a cantar desde pequeña.

“Estudiaba con las monjas en Bucaramanga y tenía 8 años cuando gané el premio intercontinental entre cientos de niñas. Mi voz sorprendió a todos”, cuenta María del Rosario Prada “y eso alimentó mi deseo de dedicarme a la música”.

Su casa era una usina de artistas: su padre era tenor en la Iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, su madre pintaba y junto a tres de sus hermanos formó el grupo ‘Las Cuatro Estaciones’, que llegó a tener reconocimiento. “Hacíamos una versión de Sueño Gitano que te ponía la piel de gallina”, dice y sin más preámbulo, pasa de la conversación al canto.

“Le digo a la luna que si ta buscao, me dice una estrella que no ta encontrao, yo te juro x dios que x cielo y tierra te buscaré”.

Más adelante se presentó junto a Vicente Fernández, el rey de la canción ranchera, y todo auguraba que llevaría sus historias de amores no correspondidos por toda Colombia.

Pero después, la vida le impuso sus propios planes. Se casó muy joven, tuvo un hijo y cuando finalmente se presentó con su material en los estudios de grabación se llevó un trago amargo. “En mi país es muy difícil triunfar si ya pasaste los 30. Las disqueras halagaban mi voz pero me decían que estaba vieja. Fue un momento doloroso y tomé la decisión de venir a probar a Nueva York”.

Utilizando algunas conexiones que tenía con los militares –solía cantar en eventos donde estaba el general Bedoya, por ese entonces Comandante del Ejército Nacional– logró sacar su visa de turista y se despidió de su tierra en 1998.

Instalarse no fue agradable. “estaba muy deprimida. Había tenido que dejar a mi hijo –a quien después, afortunadamente pudo traer– y trabajaba durísimo cantando en cuanto restaurante podía”, cuenta. Pero a pesar de las penurias de inmigrante recién llegada, fue en Jackson Heights, el barrio donde aún vive, que descubrió un mundo maravilloso.

“En esta ciudad sucede algo fabuloso y es que no importa de donde tú seas, hay mucha hermandad entre los latinos y aquí conocí ritmos de los que no tenía idea”, sostiene. “Cada cual me presentaba algo nuevo entonces además de mis boleros empecé a cantar salsa y bachata por los caribeños; de los peruanos aprendí canciones de la gran Chabuca Granda y gracias a los ecuatorianos conocí los temas de Julio Jaramillo”.

Durante varios años fue la niña mimada del público neoyorquino, principalmente de restaurantes pero también de teatros como el Park Performing Arts Center en Nueva Jersey o el Natives en Queens y la decisión de alejarse de esa vida de presentaciones y aplausos no la tomó ella, si no su salud, deteriorada desde el 17 de septiembre de 2001, cuando la cantante, necesitada de dinero rápido para enviarle a su madre en Colombia, se sumó al grupo que limpiaba escombros y desechos humanos de los edificios aledaños a las Torres Gemelas.

Esos tres meses en los que limpió hasta 18 horas diarias sin más protección que su propia mano en la boca sellarían su futuro. “En ese momento estábamos todos contentos. Nos pagaban bien, éramos un lindo grupo de hispanos y pensábamos que estábamos haciendo algo bueno. Yo les cantaba a todos los compañeros durante el almuerzo y ahora muchos de ellos están muy enfermos o fallecieron”.

Las vías respiratorias obstruidas, un cuadro de reflujo gástrico crónico, afonía si fuerza mucho la voz y asma son las secuelas de haber aspirado más de 25 químicos. “Llevo cuatro pompas en mi cartera”, comenta triste, “y ya no puedo cantar como antes con la misma fuerza”.

Esta mujer carismática y querendona dejó todo eso de lado cuando hace unas pocas semanas empuñó el micrófono en el velatorio de su amigo entrañable, el bombero mexicano Rafael Hernández, cuya salud también había sufrido embates después de colaborar en las tareas de rescate en la zona cero. “Le dediqué muy especialmente la canción Amigo de Roberto Carlos”.

Además de dar clases de canto en su casa donde tiene un piano, María del Rosario se ha animado a componer. Su primera canción ‘Las sombras en las torres’, trata, precisamente, sobre los atentados. “Escribí sobre lo que viví, es una letra muy genuina. Todos los que colaboramos estamos contaminados y tenemos una sentencia de muerte. Yo vivo el día a día y sólo a veces me permito soñar con que llegue la compensación de la Ley Zadroga para poder hacer mi disquito con la canción del 9/11 y que con mi voz y mi canto todos se enteren lo que he vivido”.

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