Milagro en El Bronx

Tras ser deshauciado por cáncer, ecuatoriano se recupera repentinamente

NUEVA YORK – El inmigrante ecuatoriano Miguel Abarca, de 29 años, quien se encontraba en cama de muerte afectado por cáncer terminal, se recuperó de una manera que ha sorprendido a sus médicos, y ayer fue dado de alta en el Hospital Lincoln de El Bronx.

“La cadena de oración que pidió mi hermano Félix a través de EL DIARIO/LA PRENSA funcionó”, dijo Abarca. “Dios me ha dado una segunda oportunidad”, señaló el ecuatoriano, quien agradeció al gran número de personas que se solidarizaron con su situación, quienes lo llamaron de diferentes partes de Estados Unidos, hasta de Perú.

Abarca dijo que su milagrosa recuperación lo ha renovado totalmente como persona.

“La vida para mí ahora tiene mucho más valor que antes, y no sé cómo agradecer tener a mi mamá y mi papá a mi lado, ya que ellos han sido de mucha ayuda. Nosotros somos una familia cristiana y mis padres siempre estuvieron al pie de mi cama dándome ánimo, orando por mí”, dijo Abarca.

Los padres de Abaca, Félix Abarca, de 62 años, y Silvia Acuña, vinieron de Guayaquil en agosto, gracias a una visa humanitaria otorgada en el Consulado General de Estados Unidos en dicha ciudad, con la ayuda del hospital Lincoln y la senadora federal por Nueva York, Kirsten Gillibrand.

Cuando los Abarca llegaron, encontraron a su hijo en estado de coma, conectado a respirador artificial, y como éste tenía un cáncer testicular que había hecho metástasis en los pulmones y el cerebro, los médicos no le daban esperanza de vida.

La doctora de Abarca, Nyati Bhagwati, directora del Centro de Oncología del Lincoln, dijo que éste tenía múltiples complicaciones cuando llegó al hospital, entre ellas neumonía, fallo renal y por ello tuvo que ser sometido a diálisis, una infección de hongo en la sangre, y tenía tantos tumores cancerosos en los pulmones que al principio fue imposible entubarlo para conectarlo a un respirador.

“Lo que hicimos fue extirparle el testículo afectado de cáncer, darle quimioterapia y luego de dos sesiones sus pulmones mejoraron y pudimos conectarlo a un ventilador”, dijo Bhagwati.

El hospital monitorea el nivel de una proteína en la sangre, conocida como HCG, con la cual se diagnostica la presencia de cáncer en el cuerpo, y fue tanto la mejoría de Abarca, que después de tener un nivel de medio millón tras el primer ciclo de quimioterapia, ahora sólo tiene 32.

“A Abarca le falta un ciclo más de quimioterapia y esperamos bajar sus niveles de cáncer a cero”, confió la doctora.

Miguel Abarca llegó hace seis años a Nueva York con una visa de turista desde su natal Guayaquil, en busca de un mejor futuro. Es soltero y trabaja en el restaurante Locanda Verde, en Manhattan. La primera señal de su enfermedad ocurrió hace tres años, cuando sintió una molestia en los testículos, pero no se atendió médicamente como debía, porque en ese tiempo no tenía un buen empleo y no contaba con un seguro que cubriera un especialista y medicinas.

“Llegué a un punto que ya no podía respirar y dormía sentado en una silla, y me hacía el fuerte y me iba al trabajo creyendo que tenía una gripe mala”, dijo Abarca. “Mi manager me dijo que me fuera al hospital y tomara todo el tiempo que yo quisiera asegurándome que no iba a perder mi trabajo”, señaló.

Abarca fue a la emergencia del Lincoln y lo dejaron internado. Luego le dieron la mala noticia, pero le aseguraron que los médicos harían todo lo posible por curarlo. Una de las cosas que más lo alegró, dentro de su estado, fue que al recuperar el conocimiento a la primera persona que vio fue a su madre.

Silvia Acuña dijo que cuando su hijo Félix la llamó a Ecuador para revelarle la gravedad de Miguel, “no sé ni cómo no me volví loca”.

“Ahora estamos agradecidos con Dios, porque escuchó nuestras oraciones, y con el personal médico del Lincoln, porque han tratado muy bien a mi hijo, le han dado mucho amor y eso es esencial para la recuperación de un paciente”, dijo Acuña.

Félix Abarca, el padre de Abarca, dijo que al enterarse de la magnitud de la enfermedad de su hijo, llamó a un amigo cristiano en Ecuador, y éste le dijo: “Ten confianza, Dios levantará a tu hijo y él quedará sano”.

“Cuando vi a mi hijo totalmente hinchado, entubado, postrado en cama, llegó un momento en que dije: ‘Dios, ya no puedo más’, lloré y le pedí que se hiciera su voluntad, no la mía”, dijo Félix con los ojos llenos de lágrimas.

Y la voluntad de Dios, con el esfuerzo del hospital Lincoln, fue devolverle la vida a Abarca, quien ahora planea, además de regresar a su empleo, ingresar como voluntaria de la unidad de cuidados intensivos del hospital, “porque deseo ayudar a los demás como me ayudaron a mí durante mi enfermedad”.

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