Niños marcados por la violencia doméstica

El maltrato entre padres causa problemas de salud mental y físicos en infantes

Nueva York – Cada año, según estadísticas del Centro Nacional para Niños Expuestos a la Violencia (NCCEV), entre 3 a 10 millones de infantes, aproximadamente, son testigos de asaltos y abusos contra uno de sus padres por parte de un compañero íntimo.

Estudios médicos han demostrado que los niños que están expuestos a la violencia doméstica, en especial a los incidentes reiterados de violencia, están en riesgo de sufrir muchos problemas de salud física y mental, tanto en lo inmediato como en el futuro.

Estos incluyen dificultades para dormir, comer y otras funciones básicas del cuerpo; depresión, agresividad, ansiedad y otros problemas con el manejo de sus emociones, así como con las relaciones con la familia, amigos y compañeros de clases. También se presentan problemas de comportamiento, rendimiento, atención y concentración en la escuela.

Los efectos nocivos de la violencia doméstica en la salud infantil son tan serios, que no en vano la Academia Americana de Pediatría (AAP) publicó en 1998 un documento en el que declara que “el abuso de las mujeres es un problema pediátrico”.

El doctor Aaron Miller, director del Centro de Abogacía para Menores del Hospital Lincoln, en El Bronx, asegura que los efectos más visibles en la salud física y mental de niños que presencian violencia doméstica son “estrés y trauma, dolores de cabeza, dolores de estómago, problemas para dormir, tienen náuseas; el niño siempre va a tener miedo de que sus padres se van a molestar, y siempre están un poco nerviosos, tensos y les cuesta relajarse. También tienen depresión y ataques de ansiedad, y pueden llegar a tener pensamientos extremos de herirse a ellos mismos”.

Según el experto, la mayoría de estos niños presentan serios problemas en sus escuelas. “No son capaces de concentrarse. Comienzan a actuar diferente y tienen problemas de comportamiento; no escuchan a los maestros, no realizan la tarea, tienen bajas calificaciones, pierden días de clase, salen hasta altas horas de la noche, comienzan a tener malas amistades y empiezan a fumar marihuana”.

Sin embargo, explica el galeno, estos niños también pueden presentar síntomas opuestos. “Pueden internalizar el estrés y se bloquean; comienzan a estar más callados, no son curiosos, no juegan, no quieren aprender nuevas cosas y se deprimen mucho”.

La NCCEV asegura en su página web que: “La experiencia de la violencia familiar puede ser una de las cosas más inquietantes para los niños porque las víctimas y los agresores son los adultos que cuidan de ellos y que están más estrechamente unidos a ellos. Para muchos de estos niños, la violencia crea un ambiente de incertidumbre y desamparo”.

Aunque la NCCEV aclara que las respuestas individuales de los niños a la violencia dependen de muchos factores como la familia y el medio ambiente en que viven, asegura que la mayoría de los infantes expuestos a esta clase de maltratos están en riesgo de repetir su experiencia en la próxima generación, ya sea como víctimas o perpetradores de la violencia en sus propias relaciones íntimas.

Con esto concuerda el doctor Miller. “Si un niño a cualquier edad ve que su padre se molesta, grita, y golpea y luego no hay consecuencias y todo vuelve a la normalidad, el niño luego aprende que esa es una respuesta apropiada y está en mayor riesgo de continuar ese ciclo de violencia”.

De igual forma, las investigaciones de la NCCEV han demostrado que los padres que son violentos con otros adultos se encuentran en un mayor riesgo de abusar físicamente de sus hijos. “Un hecho alarmante es que se ha encontrado que la violencia doméstica es el precursor más común de muerte infantil en Estados Unidos”, asegura la organización en su página web. Además, la NCCEV afirma que el maltrato infantil, la violencia juvenil y la violencia doméstica están muy entrelazados.

Peor aún, el doctor Miller agrega que “no sólo existe el riesgo de que el niño va a ser físicamente abusado, pero también hay riesgo de que va a ser emocionalmente y sexualmente abusado”, asegura el médico que presta testimonios ante las cortes a favor de niños que han sido víctimas de abuso físico, sexual y negligencia. Además, el galeno trabaja estrechamente con la fiscalía y el sistema de justicia criminal de la ciudad de Nueva York.

Para los niños que han sido expuestos a la violencia doméstica el doctor Miller recomienda dos tipos de tratamiento: pueden recibir consejería individual o terapia familiar.

“En la consejería individual lo más común es una terapia cognitiva del comportamiento, para que el niño entienda sus miedos y sus pensamientos confusos de rabia y tristeza; cuál es la situación que dispara esos sentimientos y qué pueden hacer, qué acciones pueden tomar cuando están molestos o tristes para ayudarse a ellos mismo”, indica el especialista.

“El otro componente de la terapia es educación psico-social, mediante la cual aprenden lo que es apropiado hacer cuando se está molesto, en tener respuestas más positivas a situaciones tensas y están menos propensos a repetir el ciclo de violencia”.

El galeno advierte que el niño no tiene que estar expuesto a meses o años de violencia para verse afectado. “Incluso una pequeña cantidad de violencia puede ser mala (…) Un niño tan pequeño como de tres años puede quedar traumatizado al presenciar este tipo de violencia, y tener problemas de comportamiento o problemas de salud al igual que un niño de 15 años”.

La NCCEV sugiere la educación temprana en los niños sobre el tema puede ayudar a prevenir que continúe el ciclo de la violencia doméstica que no sólo afecta a los infantes y su familia sino a la sociedad en general.

El consejo más importante que da el doctor Aaron Miller a las personas que están siendo víctimas de abuso o violencia es que busquen ayuda cuanto antes. “Debemos educar al público de que sí hay opciones para ellos, de que no están atrapados. La parte más difícil de la violencia doméstica es que las víctimas tengan la fuerza para actuar y buscar ayuda”.

“¿Por qué fallan en eso? ¿Por qué se sienten atrapados? Porque creen que no tienen ningún lugar en donde vivir o ningún soporte financiero. No saben que hay refugios para víctimas que los pueden recibir el mismo día”, informa el experto.

Otra razón que los obliga a mantener el silencio –asegura Miller- es que muchos no son residentes legales y tienen miedo de que si hablan y denuncian puedan ser deportados. “Esa es una gran barrera. Necesitan saber que la agencias de la ciudad, los hospitales y las organizaciones privadas no van a reportarlos a inmigración y que pueden recibir una gran cantidad de servicios”.

“Otra gran barrera es que piensan que si hablan sobre la violencia creen que sus hijos van a ser separados de ellos por la agencia de protección de infantes, y ese no es el caso. Si la víctima demuestra que está protegiendo a sus niños y que los mantiene alejados del abusador, entonces los niños no van a ser separados de ella”, concluye el doctor.

Miller aclara que la violencia doméstica ocurre en todas las comunidades por igual y que no hay un grupo étnico que sufra de esto más que otro. Sin embargo, enfatiza que la pobreza y el estatus socio-económico son un factor de riesgo.

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