Patrocinio empresarial de la miseria hispana

Al reportar sobre el congreso anual del Instituto de la Asamblea de Congresistas Hispanos (CHCI por sus siglas en inglés), el cual este mes (del 12 al 14 de septiembre) atrajo a 4.000 dirigentes comunitarios y nacionales y activistas al Centro de Congresos Walter E. Washington, yo quería evitar cubrir el amplio patrocinio empresarial del programa.

Habiendo expresado ya algunas ideas perplejas referente a la plataforma empresarial sobre la cual se construyó la conferencia del Consejo Nacional de La Raza en julio – que tuvo a varios patrocinadores importantes desfilándose al podio inmediatamente previo al turno del presidente Obama, me parecía que era hora de silenciarme sobre el tema.

Esta vez, iba a hacer caso omiso del papel que jugara Toyota como anfitrión oficial del congreso; de la fiesta de gala que corriera por cuenta de ExxonMobil –un gran final a $500 el plato con la presencia del presidente Barack Obama y primera dama Michelle Obama; la ironía del patrocinio de McDonald’s de un panel de discusión sobre la “Prevención Primero para una Comunidad Latina Sana”– no contaré aquí ningún chiste tamaño extragrande; o la financiación por JP Morgan Chase de un panel de discusión sobre la “Vivienda, la Fomentación de Riqueza y los Servicios Financieros” – tengo un sinfín de penas aquí con los que profundizar sobre el papel que jugaron las enormes instituciones financieras al sumergir el valor de las propiedades de hispanos. ¡Bueno está!

Pero entonces leí la noticia durante las festividades de CHCI del número sin precedentes de 46 millones de residentes de los Estados Unidos que vive en la pobreza, o sea, casi uno de cada seis de nosotros. Pobre porque – una vez se toma en cuenta los factores del tamaño de la familia, el lugar de residencia y la inflación – pobre es una familia que no cuenta con suficientes recursos económicos para atender las mínimas normas de comestibles ni otras necesidades básicas como la vivienda, el abrigo, el aseo ni la compra de ropa. Mínimas normas.

Lo que es más importante aún es que ExxonMobil tiene asegurado, como mínimo, acceso político a todos los miembros de la Asamblea de Congresistas Hispanos –de los cuales más de la mitad viene de estados– en particular California y Texas, claves para la producción y la refinería de productos petrolíferos en este país.

La pobreza afecta severamente a los hispanos, y en particular a los niños. La mitad de la población pobre de Texas es hispana –más de 2 millones de sus habitantes; un 38% de los pobres en California, otros 2 millones de personas– es hispano.

Es poco probable que los integrantes de la Asamblea de Congresistas Hispanos tengan mucho reto que enfrentar durante las elecciones del 2012. Incluso con los chanchullos que acompañaron el nuevo trazo de planes para distritos electorales en California y en Texas, la mayoría de los representantes de estos estados tienen el escaño asegurado. Es probable que el presidente Obama gane California y pierda Texas, al menos que pase algo verdaderamente drástico.

Entonces, ¿para qué tanto oropel? ¿Para qué tanto encanto? ¿Para qué ostentar la riqueza y el poder? ¿Por qué tanto dinero?

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