Plátano: la fruta de los sabios

Madrid/EFE – Hay cantidad de alimentos que los europeos identificamos automáticamente como “originarios de América” y que, en realidad, fueron al Nuevo Mundo desde el Viejo; eso sí, en su nuevo domicilio prosperaron maravillosamente. Es el caso, entre otras muchas cosas, de los plátanos. O bananas, o guineos…

Un español, desde luego, no piensa en América cuando come plátanos. Piensa en las Islas Canarias. Para los nórdicos europeos, la banana viene de las Antillas y de Centroamérica, con algunas aportaciones del África occidental. Pero lo cierto es que las bananas no son nativas de América, aunque esta tesis haya sido defendida por firmas tan ilustres como Alejandro de Humboldt.

Según todos los indicios, esta fruta, como tantas otras, es originaria de la India, donde era conocida como la fruta de los sabios. Desde allí fue emigrando hacia el Oeste. Se cree que los yoguis y los santones indios comían los plátanos verdes, como lo hicieron mucho tiempo los anacoretas y los monjes cristianos de Abisinia.

La banana fue trasplantada a La Española, desde las Islas Canarias, en 1516, por el fraile español Tomás de Berlanga. Poco después llegó a México, donde arraigó muy bien. Al propio tiempo, los portugueses las cultivaron en Brasil, donde adquirieron su nombre de bananas, que parece proceder de una lengua que hablaban algunos de los primeros esclavos africanos llegados a tierras brasileñas, originarios de alguna zona del Golfo de Guinea.

Los plátanos son la tercera fruta más popular del mundo. De ser caros y escasos hace cien años han llegado a convertirse en un producto común. Su principal característica es su alto contenido en azúcar, que puede llegar a un veinte por ciento. Hay muchas variedades de bananas, sin diferencias significativas entre ellas desde el punto de vista nutritivo. Todas son buenas fuentes de vitamina C, caroteno y riboflavina.

La popularización de las bananas tiene nombres propios. El norteamericano Lorenzo Dow Baker fletó una goleta en 1870, hasta Jamaica. Cargó bananas y cocos y regresó a Nueva Jersey. Los negocios le fueron bien y en 1885 fundó la Boston Fruit Company. Poco después se percató de que el dinero en grande estaba en el control total- plantar, cultivar, cosechar y transportar bananas.

En 1899 se asoció con Minor Keith, que había construido un ferrocarril en Panamá, y ambos fundaron la United Fruit Company; lo que significó esta compañía, para bien y para mal, en Centroamérica, es cosa bien sabida.

En España, hasta hace nada, no se conocían más plátanos que los que llamaremos “de postre”. Un español, en América, se confunde con la terminología de los diversos tipos de banana, que desde hace unos años, al aumentar la inmigración latinoamericana, ya están disponibles en mercados y buenas fruterías, o en aquellas que trabajan géneros americanos.

Hasta ahora, hablar de guineos, o de plátanos macho, era hablar de cosas desconocidas- sólo el plátano dulce, de Canarias, para tomar crudo o en alguna receta de postre, golosa, dado el alto contenido en azúcar del plátano, contenido que todas estas recetas potencian.

Por ejemplo, la más clásica y sencilla de todas- los plátanos flameados. Usaremos cuatro plátanos dulces. Los pelaremos y los saltearemos en sartén con un poco de mantequilla.

Luego los espolvorearemos generosamente con azúcar moreno y, por último, los rociaremos con un vaso de ron oscuro, tibio y azucarado. Sólo en el momento de llevarlos a la mesa encenderemos el alcohol para que lleguen en llamas a los comensales. No sólo les gustará- pueden que hasta se vuelvan más sabios.

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