Ya es hora de tomar la decisión

En los meses menguantes de los 17 años que el estamento militar de los Estados Unidos se adhirió a la política de “Don’t Ask, Don’t Tell” (DADT – No preguntar, No contar), alguien delató al cabo del Cuerpo Marino (Marines en inglés) Danny Hernández.

Al cursar estudios universitarios en la Texas A&M, y al servir dos años en el cuerpo, hace 18 meses se le enfrentó su oficial de mando, y Hernández le dijo la verdad. Sí, es homosexual.

Rápidamente separaron al cabo de su servicio militar, con la edad de 22 años y el sueño de una carrera militar pisoteado.

El 20 de septiembre, las Fuerzas Armadas de EE.UU. revocaron la directriz DADT, que fue firmada en 1993 por el entonces presidente, Bill Clinton. Hoy nadie que preste servicio militar en las Fuerzas Armadas de EE.UU. puede resultar dado de baja del servicio por motivos de su orientación sexual.

Ahora, con asesoría legal, Hernández está explorando la incierta posibilidad de volver a servir de Marine otra vez.

Durante toda su corta vida, Danny se ha enfrentado con obstáculos formidables: la muerte de sus padres, la aprobación de su homosexualidad y la lucha por ganar peso.

“Creo haber sabido que soy gay desde el tercer grado”, comenta. “No lo entendía entonces. Pero pensé en ello más y más durante la universidad y al fin lo acepté”.

Sus padres, oriundos de Durango, México, habían migrado al norte de Texas, donde murieron en un accidente vehicular cuando Danny tenía cuatro años. Danny, su hermano y hermana, fueron adoptados por unos tíos allí. Los hermanos llegaron a ser nueve, con la contribución de los seis hijos que tuvieron sus tíos a la familia. Después de su separación del servicio militar, aprendieron por los medios de comunicación que él era gay.

“¿Sería tal vez una fase?” le preguntó su tío.

“Una interesante dinámica familiar”, es como lo describe Danny. “Son muy tradicionales y muy católicos. Los hispanos guardan mucha más reserva en cuanto a los gays. Estoy agradecido con lo mucho que me han apoyado”.

Durante sus años de estudios, se conformó a un estilo de vida heterosexual para evitar el acoso o la incomodidad social, cuenta Hernández. Salió durante un año y medio con una muchacha durante la secundaria.

“Quería alistarme en el cuerpo marino para probarles a los demás y a mí mismo que lo podía hacer. Tenía mucho orgullo”.

El primer reclutador al que se acercó Hernández le aconsejó ir a la universidad. Hernández lo hizo. Se matriculó en Texas A&M, donde se unió al programa ROTC. Se graduó con títulos en las comunicaciones y la sociología y competía en maratones.

Destinado a California y a Texas, completó dos años de servicio militar. “Cuando se piensa en el cuerpo marino, yo no soy la imagen que surge”, concede. Le eximieron del requerimiento de peso hasta que, con sus cinco pies tres pulgadas de estatura (1,63 metros), alcanzó el peso mínimo de 105 libras (47,7 kilos).

Para los jóvenes latinos que luchan con crisis de identidad similares a las que han asolado la vida de Hernández, él tiene una sugerencia sencilla. “Sé feliz contigo mismo. Mantente cerca de tu familia. Puede que te sorprenda”.

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