Crece compra de órganos en el exterior

Se incrementa el número de estadounidenses que viajan a comprar hígados o riñones

Los Ángeles – Ante la larga lista de pacientes que requieren el trasplante de algún órgano vital, cada vez más estadounidenses están dispuestos a viajar al extranjero para comprar un hígado, un riñón o hasta un corazón.

Se trata del “turismo de trasplantes” una práctica cada vez más popular, pero sumamente riesgosa.

En Estados Unidos, desde 1984 está prohibido comprar o vender órganos humanos, no así el “turismo de trasplantes”, acción en la cual una persona viaja a otra nación para específicamente recibir un órgano vital a cambio de una suma de dinero que abarca el pago del precio del órgano en cuestión.

Aunque no hay cifras exactas que ofrezcan una dimensión real del problema, sólo en los últimos cuatro años en las salas de emergencia del Centro Médico UCLA se han recibido 33 pacientes con serias complicaciones tras haber recibido un trasplante de órgano en el extranjero. “El turismo de trasplantes es un negocio riesgoso y macabro”, indica el Dr. Gabriel Danovitch, director médico del programa de trasplante de riñón de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)

“Un gran número de receptores de riñones comprados han tenido serias infecciones o han muerto”, indica el reporte de la Declaración de Estambul, una organización que se fundó con el fin de regular y combatir esta práctica.

Aunque el Dr. Danovitch considera que el turismo de trasplante de órganos no es aún un “problema masivo” en Estados Unidos, la Oraganización Mundial de la Salud (OMS) estima que a nivel mundial unas 1,800 personas no están dispuestas a esperar y cada año recurren a la práctica sin considerar las potencialmente fatales consecuencias.

En los últimos años, en el país se ha registrado una creciente demanda de órganos para trasplante, la cual, según Danovitch es consecuencia de “un tsunami de enfermedades renales causadas por hipertensión, obesidad y diabetes, resultado de nuestros hábitos alimenticios y vida sedentaria”.

Pero mientras la demanda de órganos vitales por el deterioro de la salud de los estadounidenses va en aumento, la cantidad de donantes no se incrementa en la misma proporción.

De acuerdo con las cifras oficiales del Departamento de Salud y Servicios Humanos, de 1989 a 2009 –sus datos más recientes- el número de pacientes en espera subió de 17,917 a 105,567, un aumento del 589%, mientras que el número de donantes inscritos se incrementó en el mismo periodo de 5,922 a 14,630, tan solo un 150%. Diariamente 20 personas mueren esperando un trasplante por falta de un donador.

Desde hace casi un año, Giovanna Martínez, de 19 años, depende de una máquina de diálisis tres veces por semana, tres horas por sesión. “No puedo estudiar porque no puedo pagar el costo. Y en ningún lugar me dan trabajo porque tengo que salirme tres horas cada tres días para la diálisis”, afirma la joven.

Según el doctor Carl Gurshkin, profesor de Pediatría del Children’s Hospital de Los Ángeles, un riñón a trasplantarse debe analizarse cuidadosamente antes de proceder para asegurar la empatía con el receptor. Donante y receptor deben ser del mismo tipo de sangre y pasar varias pruebas. Además de ello, los pacientes que requieren más de un órgano tienen prioridad, seguidos por los niños. Aproximadamente el 85% de los pacientes de ese centro médico son latinos.

“De tal modo que la lista de espera no significa que la persona en el tope de la lista será la siguiente en obtener un órgano. En realidad esto es cuestión de medicina, salud y suerte”, afirma Gurshkin.

Juan y Verónica López están viviendo la angustia y el riesgo de esa espera. Su hijo, el pequeño Sebastián, de apenas siete meses, nació con una malformación cardíaca congénita que se le diagnosticó desde que estaba en el vientre de su madre. Los médicos le dieron sólo unas semanas, pero él se aferra a la vida.

“Sebastián es un ejemplo de fortaleza, ha vivido contra todo pronóstico. Pero si Dios decide que su momento llegó, me sentiría orgullosa de donar los órganos de mi hijo, que dé vida a otras criaturas”, afirma su madre, quien a pesar del amor a su hijo sostiene que nunca compraría un corazón para que su bebé siga viviendo, porque considera la acción como parte de un crimen organizado.

Pero según el doctor Danovitch, no todos piensan como los padres del pequeño Sebastián, y hay gente que en situaciones apremiantes puede hacer cosas desesperadas, incluso antiéticas para salvar su vida o la de un ser querido.

Hace apenas unos días el caso del rabino Levy Izhak Ronsenbaum llamó la atención en Estados Unidos por ser el primero en resultar convicto por venta y tráfico de órganos humanos. Rosenbaum, residente de Nueva York, se declaró culpable de comprar riñones humanos de israelitas vivos, por $10,000 cada uno, los cuales fueron trasplantados a tres residentes de Nueva Jersey, quienes pagaron por lo menos 120,000 dólares por transacción.

En Estados Unidos el caso de Rosenbaum, quien recibirá sentencia en febrero próximo, ha puesto sobre la mesa el problema real del tráfico de órganos en el país e internacionalmente.

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