Pavos, guanajos, guajolotes y terroristas

Pobres pavos. Alrededor de 46 millones serán devorados esta tarde para celebrar el Día de Acción de Gracias. De aquí a unas pocas semanas, una cantidad similar sufrirá la misma suerte durante los rituales gastronómicos de Navidad y Año Nuevo.

Sin embargo, no dudemos que la mayoría de esos pavos ofrendan sus vidas a propósito y con júbilo en sus almas, como mártires o jihadistas o simples suicidas existenciales, hartos del escarnio y opresión que sufren desde que nacen.

No me parece que los pavos sean más imbéciles que, digamos, los pollos o las vacas pero en casi todos los idiomas del mundo, la palabra pavo es equivalente a tonto o inútil. Una pavada es algo estúpido o insignificante. Estar en la edad del pavo es estar en plena adolescencia, que es una zoncería inevitable y de la pobre chica que nadie saca a bailar se dice que está comiendo pavo. Pavonearse significa vanagloriarse, jactarse.

En inglés, turkey, además de tonto, también significa algo fallido o mal hecho, como una película u obra teatral. Y el término gobbledygook, que viene del desagradable graznido de los pavos, significa jerigonza o una explicación retorcida que nadie entiende.

Con razón hasta los mismos pavos están de acuerdo que lo mejor que se puede decir de ellos es lo sabroso que son los sándwiches de sobras el día después de Thanksgiving.

Los guanajos humanos son otra historia. No tienen fecha de vencimiento. Nadie se los come para celebrar nada. Hay que aguantarlos hasta el fin de sus o nuestros días. Y en la mayoría de los casos nos dan lástima y optamos por llamarlos casos mentales.

Dos casos de guanajería latina esta semana pasada nos han desviado la atención de la pavada televisiva que ha sido hasta ahora los 15,000 debates donde los candidatos republicanos a la presidencia se pavonean y sueltan sus cantinfladas incomprensibles.

Uno de los guanajos en cuestión, Oscar Ramiro Ortega Hernández, puertorriqueño de Idaho, hizo varios disparos a la Casa Blanca con intenciones de asesinar al Presidente Obama, a quien él considera el “anti-Cristo”.

En un video lo vemos diciendo que él, Oscar Ramiro Ortega Hernández es Jesúscristo, pues fíjense como me parezco. No sé a qué litografías se refiere, pues en casi todas Jesús aparece con pelo rubio y ojos azules.

El otro es José Pimentel, dominicano de Nueva York, acusado por el alcalde Bloomberg de planificar ataques terroristas con bombas de tubos. En este caso, los guanajos son los que no se dan cuenta de que el momento que el alcalde escogió para su gobbledygook no tenía más propósito que el de cambiar el tema de conversación sobre sus fechorías en Zuccotti Park.

Los dominicanos, Dios bendiga su sentido del humor, enseguida colgaron en Facebook una foto de la posible bomba que Pimentel estaba armando: tres plátanos verdes y un reloj detonador amarrados con alambres y cinta aislante. A real turkey.

Que en paz descansen los animales que hemos de comer. Y buena suerte a los guanajos humanos. Ustedes, que pasen un feliz Thanksgiving y den gracias por todo lo que tengan que dar gracias, que si están leyendo esto, es bastante.

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