La vergüenza mexicana

La noticia-¿de qué otra manera decirlo?-es vergonzosa: según la oficina del censo, y de acuerdo a una noticia difundida la semana pasada, el 41% de los mexicanos en la ciudad de Nueva York entre los 16 y los 19 años ha abandonado todo esfuerzo universitario. Y la situación es todavía peor entre inmigrantes mexicanos de 19 a 23 años porque en esa población un 6% tiene una matrícula escolar.

Primera conclusión: uno de cada 10 mexicanos de la zona puede leer esta columna. Segunda conclusión: la pobreza es un agujero sin fondo. Tercera conclusión y a mi gusto la principal: si no hacemos algo por nuestra cuenta, las cosas no mejorarán.

Sí, la situación es trágica, más no inevitable. Aunque suene extremo y hasta cruel, yo quiero darle nombre al problema. Lo llamaré una vergüenza. Más concretamente, la vergüenza mexicana.

Claro que es factible dar todo tipo de explicaciones. Por ejemplo, podemos decir que una porción considerable de la minoría mexicana de Nueva York es pobre e indocumentada y que está aquí de paso y que además no tiene acceso a becas gubernamentales y a otro tipo de ayuda financiera y que… En fin, la lista de obstáculos es enorme. Pero ¿y qué?

Para resolver el problema, hay que empezar por reconocerlo como propio, asumir su responsabilidad. Es cierto que somos pobres aunque ni somos los primeros en esa condición ni seremos los últimos. Antes de nosotros vinieron los irlandeses, los alemanes, los italianos, los judíos… Todos ellos escalaron la jerarquía de la misma manera: a través de la educación.

Siempre hay obstáculos de toda índole. Aún así, en este país es ignorante-y no solo ignorante sino incompetente-aquel que se empeña en serlo. Inspirar lástima en el prójimo no lleva a ninguna parte. Si bien una explicación de por qué el porcentaje de letargo intelectual es tan alto es que los adultos en la minoría mexicana trabajamos durante muchas horas y con tal ahínco que descuidamos a nuestros hijos, ¿acaso no queremos que sus vidas sean mejores que las nuestras?

Hay otro nombre para la ignorancia: la esclavitud. El requisito principal para ir a la escuela, el primer paso, es gratis: basta querer aprender, aspirar a no ser analfabeta. Y querer es poder… La obligación de todos aquellos que hemos pasado por el salón de clase, los que sabemos los placeres que ofrece un libro, es estimular-y hasta forzar-a los demás, en especial a los jóvenes, a que sigan ese derrotero.

En América Latina no existe el mismo tipo de movilidad socioeconómica que en los Estados Unidos. La expectativa en nuestros países es que el 50% de quienes nacemos pobres seguiremos siéndolo por el resto de nuestras vidas. Nuestra travesía al otro lado, en este país de posibilidades, es distinta. Empezó en la esperanza de querer algo-un futuro, un destino-mejor. ¿Por qué no buscarlo a toda cuesta?

Digámoslo nuevamente de manera sencilla y directa: la ignorancia mexicana es una vergüenza. Esa vergüenza terminará el día en que ya no queramos ser incultos. Ser necio no es una obligación ni tampoco es la pereza. Ser libre es asumir el control de nuestras propias vidas. Y la manera de hacerlo es teniendo opciones. Esas opciones vienen con la educación y sanseacabó.

En total, el número de mexicanos en el área de Nueva York es de 183,200. ¿Cuántos de ellos y de sus descendientes podrán leer mañana estas palabras?

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