La trágica decisión de conducir ebrio

Fiestas de dolor para los que perdieron a un familiar por la acción de un chofer embriagado

NUEVA YORK – Para algunos, la llegada de esta época es dolorosa ante la ausencia de los que murieron por culpa de un conductor ebrio, para otros es época de brindar, pero para los que beben sin medida y manejan sin escrupulos pudiera ser la peor decisión de su vida.

“Es algo con lo que uno tiene que vivir toda la vida”, explicó Ramón, sobre el accidente automovilístico que protagonizó hace tres años, tras haber ingerido varias cervezas durante la fiesta de despedida de año de su empresa.

Aunque no recuerda bien qué ocurrió, se refiere a esa noche como la más terrible de su vida. “Todo pasó en un segundo, perdí el control de mi auto y me estrellé con otro, una de las chicas del otro automotor -donde iban cuatro personas- quedó con heridas serias, especialmente en su cabeza”, narró.

“No he vuelto a saber nada de ella y aunque sé que es algo que debo dejar atrás, siempre la tengo en mi mente y mi arrepentimiento es genuino”, dice el joven que asegura además, que no ha vuelto a beber licor desde que recuperó su libertad este año, tras estar en la cárcel un poco más de dos años.

El joven de 27 años, que pidió no revelar su identidad, ni la de su víctima, porque quiere rehacer su vida, admite que “fue una mala decisión la que tomé. Una lección muy dura que marcó mi vida –ahora llena de remordimientos- y la de mi familia para siempre por el sufrimiento de mis padres mientras estuve en la cárcel y todo el dinero que gastaron en abogados”.

Malas decisiones que cobraron la vida de 354 personas el año pasado en el estado de Nueva York, y dejaron a 6,337 heridas, según estadísticas del Departamento de Seguridad Vial del estado.

“Si pudiera volver atrás en el tiempo, me gustaría tomar una decisión diferente, lamentablemente no puedo”, dijo Carmen Huertas, minutos antes de escuchar la sentencia –el año pasado- por su responsabilidad en la muerte de la menor Leandra Rosado, de 11 años .

Expresó también: “Yo no soy un monstruo. Soy una madre cariñosa que tomó una decisión terrible, que causó la pérdida de la vida de un inocente y otros resultaron heridos. Por eso, sé que debo ser castigada”.

Huertas, de 33, se encuentra recluida en la correccional Albion, cumpliendo con una condena mínima de cuatro años y máxima de 12 -tras declararse culpable de causar la muerte de la niña -el 11 de octubre 2009- por estar manejando bajo los efectos del alcohol, conduciendo a alta velocidad y con siete menores a bordo.

Lenny Rosado, motivado por la pérdida de su hija Leandra, inició exitosamente una agresiva campaña, hoy conocida como la Ley Leandra -aprobada en el estado de Nueva York el año pasado- que convierte en una felonía el manejar embriagado llevando a bordo a menores de 16 años. La ley impone a estos conductores un máximo de cuatro años en prisión, así como se le exige obligatoriamente, a los conductores convictos, colocar -por un mínimo de seis meses- un dispositivo que detecte la presencia de alcohol de una persona, el que tendrá que soplar antes de encender el automotor.

“Si va a tomar no maneje, existen varias formas de evitar ponerse a un volante”, expresó en tono reflexivo Rosado, que acudió recientemente, junto a otras 150 personas, a la vigilia anual que se realiza en Long Island para recordar la memoria de las personas muertas en accidentes ocasionados por conductores borrachos, y que lleva a cabo la organización Madres en Contra de los Conductores Ebrios (MADD, por sus siglas en inglés).

Rosado subrayó que la memoria de su hija “siempre estará en mi corazón y nunca la olvidaré. Es todo muy triste, especialmente esta época”.

Iván Saa, vocero de MADD para el capítulo de Long Island, indicó que pese a las agresivas campañas -que tanto su organización como la uniformada lanzan para concientizar a la gente a que no maneje si ha bebido- “siguen ocurriendo accidentes y víctimas inocentes pierden la vida. La gente debe educarse, ésta es la clave”, recalcó.

Celina López perdió a su hijo Paul Anthony, de 17 años, en agosto de 1998. Diciembre es una de las más difíciles fechas para su familia, porque todos los recuerdos vienen a ella. “Nunca nuestra vida será igual sin mi hijo”, dijo.

Para López, la gente debe asumir y ser responsable de cómo la mala decisión de manejar embriagado, le puede cambiar la vida, no sólo la de ellos, sino la de su familia, la de las víctimas y todo su entorno. En las navidades –explica López- todo el mundo quiere ir a fiestas y pasarla bien, pero la responsabilidad de todos es que si van a utilizar un auto, designen un conductor que, sepan, no va a beber.

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