Recién nacidos y amados por siempre

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Crédito: Silvina Sterin Pensel

Las noches interrumpidas donde el sueño es escaso o nulo, los chupones desperdigados por varios rincones de la casa, los estantes de la cocina repletos de biberones de distintos tamaños, las latas de fórmula –con y sin soya– en la despensa y las decenas de diminutos calcetines en las gavetas del dormitorio, son todas imágenes familiares para quienes tienen un recién nacido en casa.

Mientras esconden sus ojeras con maquillaje, la mayoría de las madres se consuela pensando que se trata de una etapa: el niño o la niña ya crecerá y las noches de vigilia y los cambios de pañales cada hora serán cuestión del pasado. No para Carmela Guarino Grabowski, 51, una mujer de contextura pequeña y corazón enorme, que es ‘cuidadora’ de niños para Spence-Chapin, una agencia de adopción basada en Manhattan.

Carmela y su marido, Richard, viven en una casa colonial que él mismo construyó en Franklin Square, Long Island, y en este momento están a cargo no de uno, sino de dos bebés. “Tenemos a Charles, de seis semanas”, comenta suavemente mientras lo mece, “y justo antes de Navidad recibimos a Christian, que tiene 15 días”.

Cada uno tiene su cunita –una con un móvil de Winnie Pooh y la otra con un espejo porque, como explica Carmela, “Christian adora mirarse él mismo”, y ambos bassinets están al lado de la cama de la pareja, bien a la mano de Carmela que es quien se levanta a darles de comer cada dos horas durante la noche.

Los chiquitines quedan bajo su tutela durante lapsos cortos –puede ser un par de semanas; a lo sumo tres meses– y Christian es el bebé número 28 que Carmela ‘cuida’ desde que comenzó con esta tarea –totalmente voluntaria y no remunerada- hace poco más de dos años.

“Nuestros hijos, Dominick, de 20 y Cassandra, de 19, son adoptados y nuestra vida con ellos ha sido maravillosa”, sostiene Carmela. “Con mi esposo siempre buscábamos la manera de agradecer; de devolver un poco por tanta dicha y no sabíamos bien qué hacer. A esta altura de nuestras vidas no estábamos en condiciones de adoptar otro niño, pero cuando me enteré que podía cuidar a chiquitos que son dados en adopción, enseguida supe que había encontrado lo que buscaba”.

Desde 1943, la agencia sin fines de lucro Spence-Chapin ha logrado encontrar familias adoptivas para casi 18,000 niños. Su dinámica de trabajo es novedosa y se basa en la noción de ‘adopciones abiertas’, en las cuales la madre biológica participa activamente en la selección de la familia que recibirá y criará a su bebé y, de así desearlo, puede estar en contacto con él o ella a lo largo del tiempo.

Las razones por las que una madre decide desprenderse de un hijo son múltiples: falta de recursos económicos, embarazo adolescente, problemas psicológicos y físicos relacionados con el consumo de drogas y alcohol. Valiéndose de un equipo de trabajadores sociales, Spence-Chapin ayuda a esas madres a dar con familias o individuos cuyo mayor anhelo es adoptar. En el tiempo que transcurre hasta que se produce ese milagroso encuentro entran en acción voluntarias como Carmela que abren la puerta de sus casas y albergan a los bebitos hasta que se les encuentre un hogar permanente.

“La primera llamada la recibí el 22 de agosto de 2009”, cuenta. “Era la agencia. Me preguntaban si estaba lista para recibir a dos mellizos, un niño y una niña. Como nos fue tan bien”, comenta, “me hice fama de que me doy maña con dos pequeñitos a la vez y aquí estamos, con Charles y Christian”, dice sonriente y con indisimulado orgullo.

Las cuidadoras reciben un estipendio simbólico y son ellas las que deben proveer lo necesario para los pequeños. “Toda la ropita que tengo es de 0 a 3 meses porque recibo a los niños ni bien salen del hospital y la voy reciclando. Eso sí, a cada uno de mis niños les compro algo nuevo y se los pongo el día que llegan a casa; es nuestro regalo”.

La tarea requiere una gran entrega y una enorme responsabilidad: Una vez por semana, Carmela debe llevar a los pequeños a un chequeo con uno de los pediatras de Spence-Chapin y también es ella la que maneja en su carro para llevar a los bebés a las visitas con su madre biológica y con los potenciales nuevos padres; reuniones que, generalmente, ocurren en la casa matriz de la institución. “Llego a conocer a fondo a todos”, dice. “Soy yo la que les informa cómo está el bebe, cuánto y qué come y qué cositas va haciendo”.

Carmela ya lleva dos álbumes completos con fotos y anotaciones sobre ‘sus niños’: “El primer baño, sus personalidades, sus avances”. Es ella también quien, sola o junto con la madre biológica, entrega los pequeños a su nueva familia. “Es un momento muy emotivo y terminamos siempre todos llorando, pero son lágrimas de felicidad”.

Más información: (212) 360-0266 o interimcare@spence-chapin.org

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