Avaricia y voracidad

Cualquier parroquiano es víctima del “sistema capitalista”, como dirían los de izquierda. Es un riesgo que se corre en forma cotidiana.

Opera la mayor parte de la economía mundial, (hasta en los gobiernos socialistas) y decide, de alguna u otra forma, si la gente gana o pierde. Por lo general la mayoría engrosa el segundo renglón, porque los victoriosos son una minoría.

El capitalismo malo es el que llaman salvaje. ¿Pero por qué caemos en sus redes? En ocasiones por ingenuos o por ambiciosos, pero la razón más triste es porque no tenemos alternativa.

Los usureros siempre han existido en la historia de la humanidad, pero no eran como lo son los banqueros de estos tiempos: tan mezquinos y voraces, socios de dirigentes y empresarios que también sacan provecho del sistema capitalista.

En relación a los bancos, no voy a referirme a casos concretos, porque cada uno tiene políticas de préstamos y cobros, pero casi la mayoría de los clientes que se ven obligados a usar los servicios, saben que con el dinero que les quitan en intereses pudieran haber pagado parte de la universidad de los hijos o remodelado la casa.

Dicen los que defienden el capitalismo salvaje que sin este sistema la economía mundial estaría peor. ¿Peor? Más grave no existe. Este método ha sido opresor, cruel, inhumano y frío como la muerte.

En los Estados Unidos todo es negocio. “Business is Business”, dicen aquí con jactancia y esto lo copiaron muchos países. La maniobra de enriquecimiento irracional especulativo llevó a la gran crisis inmobiliaria y a la supuesta quiebra financiera mundial.

El gobierno de Barack Obama sacó de los fondos del Estado un auxilio económico multimillonario para cubrir el déficit y ayudar a los clientes que perdían sus casas, pero los avaros banqueros evadieron la ley y usaron ese capital financiando nuevos créditos, mermando sus pérdidas, dejando a la deriva a los usuarios.

Los bancos siguen ganando, cobran altos intereses, le cierran las puertas a los que ellos mismos arruinaron y desalojaron de sus viviendas y continúan chupando hasta la última gota de sangre como vampiros sedientos.

No podemos seguir siendo incautos y volver a caer en sus garras.

Si la equidad existiera, reuniendo el lucro anual a nivel mundial se recaudaría lo suficiente para cerrar la brecha de la pobreza extrema del planeta. Pero las sanguijuelas quieren seguir reinando y poco les interesa cooperar.

El pronóstico es que desaparecerá la clase media y la separación entre ricos y pobres será más profunda.

La gente ya lo siente en su vida diaria y por eso surgió el movimiento de los indignados que comenzó en mayo de 2011, cuando en Madrid, el pueblo sublevado protestó por la voracidad del capitalismo. Esta manifestación pacífica ciudadana se imitó en más de 950 ciudades, en 82 países, al grito de “Pueblos del mundo, levantaos”.

El principio del derecho universal es el bien común y los banqueros causaron un daño grave a ese privilegio fundamental. Tienen que pagar y no seguir enriqueciéndose a costa de la miseria de los demás.

No sorprende la falta de compasión de estos feroces capitalistas. Lo que asombra es la ausencia de leyes y castigos.

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