Los estudiantes y la ética del trabajo

El candidato presidencial Newt Gingrich todos los días causa algún revuelo con sus propuestas y promesas. Una de las más controvertidas es la de que los niños negros pobres trabajen limpiando sus escuelas. Según él, todas las escuelas públicas debían despedir a los empleados de limpieza y mantenimiento, menos uno o dos que estarían a cargo de las tareas más pesadas o peligrosas, y con ese dinero emplear a los estudiantes.

De la forma en que Gingrich lo presenta es insultante para los pobres y los negros ya que implica que no tienen ética de trabajo excepto para vender drogas (lo cual también ha dicho). Para otros, es una premisa totalmente errada con una agenda oculta: destruir los sindicatos.

Si en vez de limitar su plan a niños negros y pobres en áreas urbanas, hubiera propuesto que TODOS los estudiantes, ricos y pobres, blancos y negros y de todo grupo étnico aprendieran a valorar el trabajo y entender lo que cuesta ganarse un dólar, casi todo el mundo lo aplaudiría.

Porque así era antes.

En muchas películas norteamericanas en blanco y negro de los años 40 y 50 siempre se ven a niños trabajando, ganando su propio dinero y adquiriendo experiencia en asuntos de negocio. Algunos se levantan al amanecer y antes de ir a la escuela repartían periódicos de puerta en puerta en bicicleta. En los su- burbios de clase media, al regresar de la escuela las niñas hacían limonada y hor- neaban galletas dulces, armaban una tarima en la acera y vendían su mercancía a los vecinos o transeúntes. En la ciudad, los varones lustraban zapatos.

A los que vivían en áreas rurales les tocaba ordeñar las vacas antes de caminar largos tramos para ir a recibir su educación. A esos no les pagaban en efectivo. El beneficio era que el padre les permitiera ir a la escuela en vez de quedarse trabajando en la granja el día entero.

Ya eso no existe, excepto en esas imágenes gastadas y olvidadas de la postguerra. Hoy en día muchos niños de clase trabajadora en áreas urbanas llegan de la escuela y se plantan ante el televisor o la computadora con sus juegos electrónicos mientras comen junk food que los hace engordar.

En varios países, como Japón y Corea del Sur, por ejemplo, los estudiantes limpian sus salones de clase antes de marcharse. Vale notar que esos son dos países con un alto índice de educación y desarrollo económico. Aquí sólo lo hacen los chiquitines de kindergarten que cantando una canción guardan sus juguetes y Crayolas al final del día. También lo hacen muchos estudiantes de se- cundaria en sus clases de laboratorio.

Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Cuantas madres no apreciarían que sus hijos aprendieran ese concepto en la escuela.

Es una pena que ideas que tienen cierto mérito sean arropadas en conceptos racistas que las hacen inaceptables para la mayoría de la población. Pero esa es una lección que los candidatos republicanos actuales nunca aprenden.

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