Exmonja guerrillera exige revolución

Según la también escritora, la solución al conflicto en Colombia no debe ser violenta; sino una de revolución social con principios morales que elimine las desigualdades socioeconómicas en el país.

La escritora y exguerrillera colombiana Leonor Esguerra, participó en el marco del Hay Festival de Cartagena.

La escritora y exguerrillera colombiana Leonor Esguerra, participó en el marco del Hay Festival de Cartagena. Crédito: EFE

Cartagena/EFE – La colombiana Leonor Esguerra, una exmonja y exguerrillera del Ejército de Liberación Nacional (ELN), está convencida de que la paz en su país no vendrá con la desmovilización de las guerrillas, sino de una “revolución social” que pasa por la igualdad y el reparto de la riqueza.

Esguerra es una de las invitadas al Hay Festival de Cartagena de Indias, donde promociona el libro “La búsqueda”, escrito por su vieja amiga de aventuras en la Nicaragua sandinista, la peruana Inés Claux Carriquiry, a partir de los testimonios de aquélla, aptos para un guión de película.

A sus 81 años, con gran lucidez, Esguerra decidió contar en 310 páginas su agitada vida, que comenzó en el seno de una familia burguesa, que la llevó a estudiar en uno de los colegios religiosos más prestigiosos de Bogotá, para después hacerse monja y terminar como guerrillera del ELN durante 20 años.

Explicó que su labor como monja, primero en EE.UU. y luego en barriadas pobres de Bogotá, fue la que le convenció de que el marxismo era la vía para alcanzar la revolución como única forma de acabar con la desigualdad, aquella que veía con distancia cuando crecía entre algodones.

Cuando observó que los obispos perseguían a sus compañeros sacerdotes comprometidos con los más pobres, colgó el hábito y se puso a disposición del ELN.

“El ELN fue producto de la Revolución Cubana, no tiene qué ver con el Partido Comunista, yo no podía afiliarme al Partido Comunista porque una de las exigencias era ser ateo y yo era religiosa. Era un movimiento nacionalista de liberación”, explicó al justificar que en esa guerrilla encontró un espacio para su lucha social.

Además, en ese grupo rebelde ya habían combatido otros sacerdotes, como Camilo Torres, quien había muerto en combate, no sin antes dejar un legado. “La obligación de todo cristiano era hacer la revolución y (…) por la vía pacífica no se podía hacer”.

En el libro, Esguerra relata que durante 20 años no pudo acercarse a su familia, la que no compartió su decisión pero sí la respetó.

“La guerrilla me buscó en Buenaventura, donde decidí dejar el hábito. Me llamaron, me sentí como el agente 007, ¡una monja, imagínense! Vienen por mí un par de guerrilleros, me montan en una canoa y me voy al monte”, relató sobre su primer contacto.

A partir de ese momento se convirtió en el enlace entre la cúpula guerrillera y las células urbanas: “Mi tarea era de conexión con la guerrilla madre, y de Fabio Vásquez (jefe guerrillero) me enamoré”, relató sobre algunos de los episodios que aparecen en “La búsqueda”.

Otro momento clave fue cuando “cometí varios errores, luego se supo que yo no tuve responsabilidad, pero cayeron varios compañeros y Fabio ordenó mi fusilamiento”, encargo que nunca se cumplió. El mismo no se llevó a cabo “porque ya se habían producido injusticias con esos fusilamientos”, uno de los motivos que Esguerra censura pasados los años. Pero los motivos fundamentales por los que abandonó en 1989 el ELN es porque, convertida en un enlace en México por decisión de la jefatura rebelde, se sintió “alejada del pueblo colombiano” y no veía avances en lo que ella consideraba el objetivo: la revolución.

“En ese momento es la caída del Muro de Berlín, del bloque socialista, es un golpe muy duro, uno piensa que ésa era la revolución”, se lamentó, tras lo cual aseguró tajante que “no hay arrepentimiento, tanto en la vida religiosa como en la vida guerrillera”, porque en ambas facetas participó “totalmente convencida”.

La lección, pasados casi 25 años desde que dejó el ELN, es que la colombiana “es una guerra muy larga” y “el país no puede resistir más”. “La guerrilla ya no es lo mismo de lo que era, el Ejército es aún más feroz (…), está mucho más degradado de lo que estaba en aquella época”, apuntó.

Está segura también de que “hay una inclinación a resolver el conflicto a través de la violencia” y “no hay honestidad por ninguno de los dos lados”, por eso ahora, con 81 años, ha encontrado en el movimiento feminista su nueva forma de lucha.

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