‘Cuando la vida ya no sirva, ya no querré vivir’, Dincin

Paciente de cáncer defiende su decisión de quitarse la vida utilizando helio

Última parte de una serie

Como doctor en psicología, durante muchos años Jerry Dincin trató con personas depresivas y ezquizofrénicas a las que convencía de no cometer suicidio. Hoy en día, a sus 81 años de edad, ya tiene planeado cómo se va a matar.

“Tengo muchas ganas de vivir, pero me voy a quitar la vida”, dice convencido.

Una mañana lluviosa de agosto, desde la sala de su casa en el suburbio de Highland Park, en el norte de la zona metropolitana de Chicago, Illinois; Jerry Dincin ha decidido contar sus intenciones para acabar con su vida.

Lo hará a través de la inhalación de helio y será tan pronto como los dolores que le produce el cáncer esparcido por la columna vertebral no le permitan soportar más ese sufrimiento.

En abril de 2011 le diagnosticaron la metástasis hacia los huesos del cáncer de próstata. Ya lleva nueve meses y el tiempo se le acaba.

“La quimio es buena de seis meses a dos años, pero una vez que deje de funcionar y el cáncer esté provocando más dolor, entonces llevaré a cabo el método del helio”, asegura.

Lo que planea hacer, considera, no es un suicidio.”Porque el suicidio es un acto irracional que está relacionado con un problema psicológico, y lo que yo voy a hacer es en base a una decisión racional… Yo le llamo, el derecho de morir”.

Sobre la mesita de la silenciosa sala Jerry Dincin tiene el suplemento de ciencia del New York Times que cada semana lee y una serie de películas en DVD, entre ellas “Mar adentro”, ganadora del premio Oscar del director español Alejandro Amenábar.

“Es una de las mejores películas que jamás haya visto”, dice sobre el filme que plasma la historia real de Ramón Sampedro, un hombre que luchó por morir dignamente al quedar tetrapléjico y postrado en una cama por casi 30 años.

Nacido en Brooklyn, New York, en 1930, Jerry Dincin estudió psicología y obtuvo un doctorado de la Universidad de Northwestern y es miembro fundador de la International Association for Psychiatric Rehabilitation Services (IAPSRS).

Se considera un hombre de ciencia y un ateo que no cree que más allá de la muerte exista algo.

También fue presidente de Final Exit Network, una organización que ofrece ayuda a quienes padecen una enfermedad terminal y buscan una salida al sufrimiento a través de la muerte.

Dincin no está dispuesto a pasar los últimos días de su vida padeciendo los fuertes dolores del cáncer en una cama o internado en un hospital.

“Lo mejor es controlar tu propia vida, no dejar que los doctores o el hospital te controlen, porque una vez que entras a un hospital eres un prisionero y son ellos los que controlan tu vida”.

Por eso ya ha hablado con su esposa y sus cuatro hijos sobre la decisión de quitarse la vida y desea que ella lo acompañe en ese último aliento.”Yo quiero que mi esposa esté conmigo en ese momento, todos respetan mi decisión, porque no quieren verme sufriendo en ese dolor extremo. Si ellos estuvieran en una posición como la mía, yo les ayudaría a morir”.

Dincin no comparte la idea de que la vida le pertenece a Dios, como lo establece la Iglesia Católica.”Mi vida es mía y no pertenece a nadie más, tengo el derecho de morir si así lo deseo de manera racional y consciente”.

“No creo en Dios”, insiste, “pero hay muchos de los que han decidido quitarse la vida que sí creían en Dios y que eran católicos, quienes consideraban que se trata de un Dios piadoso, que no creían que Dios los quería ver sufrir así”.

La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) ha reprobado toda forma de procedimiento que conlleve a quitarse la vida y también ha rechazado que exista un derecho a morir.

Pero para Dincin la Iglesia Católica está absolutamente mal.”Hay muchas cosas en las que la Iglesia está mal, no me gustan muchas cosas y esta es una de ellas, no tengo problemas con los creyentes, hay quienes me dicen que estoy loco, pero yo no necesito que la gente esté de acuerdo conmigo, yo sólo quiero que la gente tenga la oportunidad de quitarse la vida cuando es necesario”.

Sus palabras dejan un silencio que permite escuchar las manecillas de su reloj, las mismas que le indican que su tiempo se agota. Y en esas pautas de los segundos, mientras espera el final, Dincin concluye: “Cuando la vida ya no sirva para vivir, ya no querré vivir”.

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