Latino 101: curso básico de seducción

Todo el mundo nos desea. De aspirantes a la presidencia hasta fabricantes de papel sanitario buscan seducirnos, rendirnos y capturar nuestro voto o nuestro bolsillo. Usualmente nos tiran el anzuelo a través de los medios de comunicación angloparlantes y allí es que la carnada se queda flotando en el agua.

El problema es que los comentaristas y “expertos” no tienen la menor idea de quienes somos. No se trata de que los latinos tengamos expectativas inalcanzables y esperamos que los anfitriones de los talk shows y los autores de titulares de periódicos estén al tanto de la sutil diferencia entre la hallaca y el tamal, pero, señores, todo tiene su límite.

Hace unos días, Chris Matthews de MSNBC dijo que todos los políticos en busca del voto cubano en Miami van a la Pequeña Habana a tomarse un “caffe latte”. Que a estas alturas alguien como él no sepa lo que es un café con leche es imperdonable. Pero no está solo.

Ayer mismo el New York Post publicó en su primera página una foto de Víctor Cruz, el futbolista boricua de los New York Giants, con un sombrero que pudiera ser mexi- cano o colombiano o una pava modernista, bajo el titular “Ole! Blue all the way”.

El pequeño detalle de que ni en México, ni en Colombia, ni en Puerto Rico dicen “olé” para animar a un deportista les pasa por desapercibidos. No saben que sólo en una corrida de toros o un tablao flamenco en España es que se escuchan los olés.

La semana pasada, el alcalde de East Haven, Connecticut respondió a la pregunta “¿Qué piensa hacer en pro de los latinos? diciendo, “Voy a comer tacos esta tarde”. Esto causó bastante revuelo en los medios latinos, ya que East Haven estaba siendo centro de atención por abusos racistas contra los latinos que finalmente hicieron renunciar al jefe de la policía.

Menos mal que algunos toman estas cosas con una buena dosis de humor. Un grupo pro reforma de inmigración envió 500 tacos al alcalde. Quizás los ecuatorianos, puertorriqueños y dominicanos que además de los mexicanos son parte de la comunidad latina, debían haber enviado a la alcaldía 500 órdenes de ceviche, alcapurrias y habichuelas dulces para recordarles nuestra propia diversidad.

Para ellos todos los latinos somos la misma cosa, una especie de sancocho nauseabundo de tacos con arepas, arroz con frijoles y mangú, acompañados de margaritas, mojitos y sangría.

Para ser justos, a veces nosotros mismos contribuimos a la confusión cuando nos enfrascamos en discusiones sobre si somos “latinos” o “hispanos” o no sabemos qué cajita marcar en el Censo en cuanto a la raza.

Forjar una identidad sombrilla como latinos en Estados Unidos que todos entiendan, acepten y defiendan es un asunto complicado pero necesario si vamos a empuñar con éxito el arma de nuestro poder político. Mientras, en este año de elecciones presidenciales, los medios en inglés deben emplear a comentaristas y reporteros latinos que sepan de que hablan cuando se discuta la importancia del voto latino y enseñe a los demás como darnos una serenata bajo el balcón.

Olé. Órale. P’alante. Aviéntese, mainstream media.

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