La cresta de la lengua: De la mano y del idioma

El habitante monolingüe y monocultural de nuestro país se sorprende al saber de la asombrosa cantidad de latín que vive en el inglés. Una vez conscientes de este fondo inalienable, queda poner este conocimiento al servicio de todos. Por proximidad, lo primero sería acercarse al español (o al portugués) de forma natural y hemisférica. La herencia latina nos une hasta la médula y resulta ser sutil vehículo de ida y vuelta.

La enseñanza del verbo creer a los estudiantes de habla inglesa permite ejemplarmente abrir la compuerta del trasvase de nuestras lenguas. Del contraste del español increíble y el inglés incredible solo se puede llegar a amalgamar forma, significado y lenguas. En efecto, creer ha perdido una “de” en su viaje por el tiempo: sonido y letra que el conservador inglés retiene. El hablante de español sale favorecido también de esta vecindad puesto que le permite percibir con renovados ojos palabras como credibilidad. Y hasta el crédito bancario pasa a ser algo de “creer”, al fin y al cabo, los acreedores se encargan de cobrar las promesas de pago, las cuales sin credibility no valen nada. Hay creer para todos, para los incrédulos y para los creyentes. En inglés existe credulous, que es lo que ya se habrá imaginado. Créaselo. En la iglesia rezamos el Credo, que en inglés es Creed, y no es casualidad. El latín, por medio de religión (y civilización), ha dejado su sello indeleble en el inglés.

Dicho esto, pongamos el nombre de nuestro país en la órbita del latín. Empezamos con United, que al igual que unido tiene que estar relacionado con unir, que es hacer de varias cosas una y no one, pues tendríamos One-ited.

No le queda a la zaga States. Hay cincuenta de ellos y un distrito federal. Para esta cala hay que recordar lo típico del español que es anteponer una “e”, que se llama protética, a las palabras que comienzan con “ese más consonante”; así tenemos “escuela”, “espada”, “estrofa”. Aparte de esta idiosincrasia, el parentesco de state con estar y estado no admite discusión. Igual que el de stable y statistics, una vez más salidos del mismo pozo que estable y estadística. Y se puede añadir estatua y estación, que coexisten naturalmente con sus anglizados clones statue y station. Todas estas palabras, en inglés y en español, son productos del latín, pero, mientras en inglés son préstamos, en español son parte de su patrimonio lingüístico. No olvidemos que, a fin de cuentas, el español es latín “de marca hispánica”.

América -para concluir el recorrido- viene de Américo Vespucio, almirante español de origen florentino. Si alguien le dice que era italiano no se lo crea: Italia no existía. Y si quedan dudas, sépase que para tener acceso a los altos cargos y beneficios que el almirante disfrutó en vida, había que ser súbdito de la corona española. Cierto sí que es que el nombre es de origen germánico, pero la forma en uso para nombrar nuestro país es la correspondiente latinizada. Con la forma germánica deberíamos decir United States of Haimeric, y no suena igual. Para los interesados, la forma más común en español, hoy, es Enrique. En cuanto al District of Columbia, eso es lo que exactamente es: Distrito de Colombia.

En nuestro país no hace falta ningún esfuerzo para juntar lo que ya vive unido. Estamos condenados a ir de la mano, y del idioma, aun sin saberlo ni pretenderlo. Obremos en consecuencia, esto es, accordingly o de acuerdo a este saludable principio.

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