Benedicto XVI en México

La visita de un Papa a México siempre será un acontecimiento para el pueblo guadalupano. Pero los tiempos cambian, y Benedicto XVI no es Juan Pablo II.

El Papa alemán no tiene ni el carisma ni el recorrido del “Papa viajero” que conectó entrañablemente con los feligreses mexicanos. Esta visita pastoral, en cambio, está marcada por las tensiones de una debatida temporada electoral y la molestia colectiva por escándalos de abuso sexual de religiosos aún sin resolver.

Por eso sorprende la renuencia del Papa a incluir en su visita a México reuniones con víctimas de estos abusos, tal como lo ha hecho en otras paradas. Esto es especialmente significativo porque hay pruebas de que cuando Benedicto era cardenal tuvo conocimiento de las numerosas denuncias contra el padre mexicano Marcial Maciel, el fundador de la influyente congregación Legionarios de Cristo.

Eludir este tema en México deja mucho que desear. Algunas víctimas del padre Maciel quieren hablar con el Papa, hallar respuestas, quizás aliviar su dolor y renovar su fe. Los obispos mexicanos, sin embargo, negaron la reunión. Craso error y pésima decisión para una Iglesia que pierde la confianza de sus fieles por no confrontar de una manera sincera sus problemas internos.

El crecimiento de las iglesias cristianas evangélicas en México, como alternativa a la Católica, posiblemente reflejan esa realidad.

La gira también tiene un impacto político. La visita ayuda al PAN, el partido conservador actualmente al mando, a reforzar su agenda sobre el matrimonio y la planificación familiar, dos temas donde la política y la moral católica se confunden, para detrimento de los partidos opositores.

Esta visión de una iglesia conservadora, sin embargo, es posiblemente el aspecto que más une al Papa actual con su predecesor. Los tiempos siguen siendo malos para los creyentes que colocan la doctrina social católica como un pilar de una Iglesia progresista.

La visita de Benedicto XVI a Cuba, la semana que viene, también llega en tiempos políticos muy distintos a los vividos por Juan Pablo II en su paso por la Isla en 1998. Hoy el que está en apuros es el cardenal Jaime Ortega quien, según la disidencia interna, es débil y demasiado conciliador con el gobierno de los hermanos Castro.

Pero la celebración de los 400 años de la Virgen de la Caridad del Cobre en la Isla será un momento de unidad en ese pueblo cuya veneración a la imagen va más allá de las ideologías. Lo cierto es que Benedicto XVI disfrutará de una mayor apertura religiosa en Cuba de la que había hace dos décadas.

Esta es la segunda visita de Benedicto XVI a Latinoamérica en los siete años de reinado que lleva en el trono de San Pedro. Claramente, esta región no es una prioridad para el Vaticano como lo fue en otra época. Habrá que ver si esta visita del Sumo Pontífice, más allá del colorido, ayuda a mejorar la desgastada imagen de la Iglesia en esta parte del mundo.

Impremedia

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