‘Stop & Frisk’: un arma de doble filo

¿Está bien que la mayoría de las personas detenidas por policías para ser interrogadas y revisadas en las calles de la ciudad de Nueva York sean latinos o negros?

Patrullas de la policía monitorean el barrio Bushwick, en Brooklyn

Patrullas de la policía monitorean el barrio Bushwick, en Brooklyn Crédito: Humberto Arellano

Nueva York – El verano pasado, Yanele De Sousa, de 19, años, fue detenido en la avenida Jamaica, Brooklyn, por tres policías sin uniforme al regresar de visitar a un amigo. Cada agente, entre ellos una mujer, revisó al estudiante de la secundaria Brooklyn Lab para verificar si portaba drogas o armas. Luego, lo dejaron ir poniendo en claro que se cuidara de hacer algo malo.

Aún indignado, el joven de origen portugués recuerda: “Yo no hacía nada malo ni estaba en actitud sospechosa”. De Sousa fue una de las 685,724 víctimas en 2011 del programa del Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York (NYPD) conocido como Stop & Frisk (Detener y Revisar); 88% de esas personas resultaron inocentes.

Por años, detener, interrogar y revisar individuos al azar ha sido una práctica contra el crimen del NYPD, pero su desproporcionado efecto en personas de minorías lo ha hecho blanco de organizaciones civiles que la consideran ineficaz, racista e inconstitucional.

Según datos oficiales difundidos por la Unión de Libertades Civiles de Nueva York (NYCLU), 87% de las personas paradas y revisadas por agentes son latinos y afroamericanos.

La crítica de los activistas a este programa va directamente dirigida al Alcalde Michael Bloomberg. Eso es porque durante su mandato, desde 2002, los casos de Stop & Frisk se han disparado en casi 600%, con el mayor número de casos registrados en vecindarios latinos y afroamericanos, incluidos East New York/Cypress Hills y Brownsville, en Brooklyn; Jackson Heights y Jamaica, en Queens; El Barrio, en Manhattan, y zonas del sur de El Bronx.

¿Un programa efectivo?

El alcalde Bloomberg y el comisionado de Policía, Raymond Kelly, aseguran que Stop & Frisk ha ayudado a reducir el crimen.

En la última década ha habido 5,430 asesinatos en Nueva York, contra 11,058 que ocurrieron antes de 2002, defendió el subcomisionado policial, Paul Browne, a los medios. Según informes de NYPD, de las 8,000 armas recuperadas en 2011 unas 800 se consiguieron en operativos de Stop & Frisk.

La implementación y eficacia del programa, sin embargo, han sido fuertemente cuestionadas por expertos y autoridades municipales. La presidenta del Concejo, Christinne Quinn, una aliada frecuente del alcalde Bloomberg, ha solicitado a Kelly que monitoree mejor su ejecución y se investiguen las denuncias de excesos.

Juan Cartagena, el presidente de Latino Justice, una organización de defensa legal que protege los derechos de hispanos, las cifras del NYPD no muestran que el aumento en casos de Stop & Frisk haya disminuido la incidencia criminal. Desde el punto de vista legal, dice, “es inconstitucional porque cuando se usa la raza para decidir a quién detener se está violando un derecho individual”.

Tal premisa sustenta cuatro demandas contra este programa, incluida una presentada ayer por la NYCLU, Bronx Defenders y Latino Justice.

Realidades, no cifras

Con 17,566 casos en 2011, Williamsburg es el quinto vecindario con más casos de Stop & Frisk de la ciudad. Uno de ellos le ocurrió al dominicano Oscar Ibarra, de 17 años.

“Caminando por la avenida Bedford a casa de mi hermana, los agentes bajaron de un auto y, sin mostrarme su placa, comenzaron a tocarme para ver si estaba armado”, recordó con rabia este alumno de Bushwick School for Social Justice. “¿Por qué la policía hace que mis vecinos piensen mal de mí; en vez de hacer que nos sintamos cómodos y seguros en nuestros vecindarios?”, se preguntó.

Para Juan Cartagena, la desconfianza en las fuerzas de seguridad es el efecto nocivo de la forma cómo se ejecuta esta práctica. “Si se percibe que el Gobierno amedrenta y ofende, eso afecta directamente el respeto hacia la seguridad pública”, advierte.

Así le pasó a Sara Reyes, dominicana de 19, detenida por agentes del Comando 75 de Cypress Hills, el cual en 2011 tuvo el mayor registro de estas detenciones: 31,100 casos. Con su bebé en el coche, conversaba con dos amigos en la avenida Fulton cuando dos policías se les acercaron. “Nos preguntaron dónde estaba la bolsa de marihuana y querían requisar el coche”, contó.

Reyes se resistió, por lo que los tres adultos fueron arrestados. “No nos tomaron huellas, pero a mis dos amigos les dejaron doce horas detenidos”, cuenta, agregando que desde entonces no se siente segura en su vecindario.

Como lo ven los policías, tener autoridad para parar y detener a “sospechosos” es importante en vecindarios como Cypress Hills donde hay fuerte actividad de pandillas.

“Tiene que haber un Stop & Frisk, porque no es justo de la gente viva con miedo a que le den un balazo al salir de su casa”, defiende el presidente del consejo comunitario del Comando 75, John Fernández, agregando que el mayor número de quejas por abuso policial que recibe su comando proviene de afroamericanos. “La mayoría de los latinos de la zona respalda que se detenga e interrogue a personas y grupos sospechosos”, acota.

Pero al preguntársele sobre denuncias de hispanos, Fernández dice que los policías deberían presentar un informe de cada detención porque “no hay manera de saber por qué ellos deciden parar a alguien”, asegura. “Los oficiales deben entrenarse mejor, porque aquí el crimen es muy grave y sin la ayuda de la comunidad ellos no podrán combatirlo”.

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