Hipólito y su incontinencia verbal

El candidato Hipólito Mejía no es sólo famoso por su repentísimo político-histriónico, sino, por su incontinencia verbal en cualquier escenario. Hacer un levantamiento breve y sucinto de esos exabruptos y dispara- tes, es más que un ejercicio de semiótica de grosería, es, lindar con un consultorio psiquiátrico; y estamos, creo yo, siendo benévolos al reducirlo al diván.

Da risa escuchar a Hipólito -queriéndose salir por la tangente-, después que el mismísimo Cardenal le enmendara la plana por aquello de que no pagará deudas viejas. Lo menos que dijo la autoridad eclesiástica del candidato Hipólito fue: “No, dejen al candidato hablar, que diga lo que quiera”. Las palabras del Cardenal traducidas al lenguaje coloquial equivalen a decir: ¡amárrenlo! Pero, ¿y quién lo amarra?

Otro momento memorable de incontinencia verbal del candidato Hipólito, se dio hace unos tres o cuatro días, y en la misma cara de monseñor Agripino. En esta oportunidad, amenazó, dizque en son de chanza, con revelar una supuesta cuenta del clérigo. La cara de sorpresa de Agripino fue la de alguien que atónito se pregunta: pero, ¿qué pasó aquí? Y pensar que, ese mismo candidato, hablaba desde la casa de estudios que preside el mismo monseñor. ¿Habrá visto y oído alguien, semejante irrespeto y desfachatez?

Sin embargo, el registro de malas palabras, de insultos y de groserías del candidato Mejía, se remonta a su paso por el poder (2000-20004), en donde nada quedo a la imaginación pública: 25 años dando…, cuando la yuca es grande hasta la tierra se abre…, y un sinnúmeros de sandeces y ‘pleberías’ pasaron a ser discursos, decisiones y políticas de Estado. Y el país entero, inmediatamente, descodificaba la grosería y la vergüenza, también.

No hace mucho, el candidato Hipólito Mejía se despachó con un rasgo nada oculto de su personalidad y de su pobre conocimiento de nuestra historia al hablar de “reivindicar algunas cosas buenas de Trujillo” y de “servicio obligatorio militar” para los jóvenes. Ambas cosas, son, en leguaje llano, dos olímpicas burradas.

No sé, pero si este país se equivoca -¡que Dios no lo quiera!- y favorece a Hipólito Mejía, el próximo mayo 20, mejor sería declararnos manicomio.

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