Torrijas para todo el año

Las torrijas no son más que una manera dulce de aprovechar el pan sobrante

Las torrijas son un postre típico de la Semana Santa que se pueden disfrutar todo el año y en distintos estilos.

Las torrijas son un postre típico de la Semana Santa que se pueden disfrutar todo el año y en distintos estilos. Crédito: EFE

MADRID, España.– Pasó la Semana Santa y seguramente muchos españoles seguirán comiendo en algún día de estas semana las tradicionales y sabrosas torrijas.

Las torrijas no son más que una manera dulce de aprovechar el pan sobrante. O eran eso, por lo menos. Son típicamente madrileñas, aunque la verdad es que donde haya pan hay torrijas o sus variantes, con ese u otro nombre, desde las torrejas de diversos países de América (inolvidables las que Tita prepara para su hermana guerrillera en Como agua para chocolate) al pan perdido (“pain perdu”) de los franceses, las “french toasts” de los ingleses, que también les llaman, a saber por qué, “Poor Knights of Windsor”.

Las torrijas madrileñas clásicas se hacían básicamente de dos maneras: con vino o con leche. Se trataba de empapar el pan de la víspera (o de más días) en el líquido elegido, más o menos aromatizado o azucarado, escurrirlo, pasarlo por huevo batido y freírlo en aceite. A partir de ahí eran, son, muchas las variaciones que cabe hacer, a base de añadir ingredientes que aporten sabores u olores diferentes.

Lo que yo no entendía demasiado era que, si tanto gustaban las torrijas, solo se preparasen en Semana Santa. ¿Por qué no en octubre, o en febrero? Las tradiciones, pensaba yo (y sigo pensándolo) suelen brillar por su absoluta carencia de lógica.

Pero la verdad es que hoy ya se ven torrijas, o variantes muy cercanas, en casi cualquier época. Más en restaurantes que en casa, eso sí. Para empezar, lo que hay que tener claro es el pan con el que se van a hacer. Nada de pan normal: la gente compra pan especial para torrijas. Pero lo mejor es usar un pan tipo “brioche”.

Vamos a eliminar cosas superfluas, como los huevos y la grasa. Para ello, empaparemos las rebanadas de pan en leche tibia azucarada en la que pondremos, si es nuestro gusto, un palo de canela, una vaina de vainilla… Una vez escurrido el exceso de líquido y separados los elementos aromatizantes, espolvorearemos nuestros proyectos de torrija con azúcar en polvo.

Así las cosas, si tenemos en casa un soplete de cocina procederemos a caramelizar la superficie superior de las torrijas; si carecemos de ese aparato, bastará con colocar las rebanadas en una bandeja de horno y someterlas a la acción, desde arriba, del gratinador. Una vez caramelizada esa superficie, estarán listas para servirse.

Y ahí empieza lo creativo. Por supuesto, pueden hacer las veces de torrijas normales, sin más; pero quedan magníficas si se sirven acompañadas de alguna dulce crema, de un buen merengue y, sobre todo, de alguna bola de helado, especialmente si se trata de helado de vainilla o de canela, que son los sabores más adecuados para este caso. Pero vale casi cualquier sabor, casi cualquier idea, hasta un helado de queso fresco…

Es una forma magnífica de “desestacionalizar” las torrijas, como elaborar un helado de turrón lo es de hacer lo mismo con el más navideño de los dulces.

En cuanto a las torrijas tradicionales, las habrá para quienes se desplacen a contemplar las austeras procesiones castellanas, igual que las habrá para quienes elijan las bulliciosas versiones andaluzas y para quienes no estén interesados en estas y prefieran ponerse al sol en alguna playa mediterránea durante el verano.

También tomarán torrijas muchos de los que se queden en su casa y hasta desayunarán torrijas en el bar de la esquina quienes tengan que ir al trabajo cualquier día del año.

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