En México, ¿cambio de opinión?

¿Cómo se dice “flip-flopper”(1) en español? Al sur de la frontera, la respuesta parece ser: “Enrique Peña Nieto”.

El delantero en la elección presidencial de México, que se llevará a cabo en julio, se mostró en contra de la utilización de las fuerzas armadas para combatir los carteles del narcotráfico antes de estar a favor de su uso. Eso es lo que parece, según los recientes comentarios de Peña Nieto, que representa al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y quien pasó los últimos meses criticando la estrategia para la guerra contra la droga del presidente Felipe Calderón, miembro del rival Partido de Acción Nacional.

Todo fue parte de un intento por explotar la ansiedad de muchos mexicanos con respecto a este conflicto que ahora ha cobrado la vida de más de 50,000 personas. Las encuestas realizadas por periódicos mexicanos muestran que la guerra contra la droga -que Calderón lanzó en diciembre de 2006- es todavía poco popular entre el pueblo mexicano, aún cuando muchos conceden su importancia.

Peña Nieto tomó como blanco el enfoque de línea dura que adoptara Calderón contra los narcotraficantes. Hasta expresó su apoyo para revertir la política de Calderón de utilizar a las fuerzas armadas para vigilar áreas de mucha criminalidad.

Así pues, imaginen la sorpresa de muchas personas -tanto en México como en Estados Unidos- cuando escucharon que Peña Nieto declaró, en una reciente conferencia de prensa, que si resultara electo mantendría una presencia militar en las zonas más afectadas por la criminalidad, hasta que México tenga “una fuerza policial con suficiente entrenamiento y profesionalismo, y equipo adecuado”.

No es algo insignificante. Las fuerzas armadas mexicanas han sido acusadas de torpedad y de violar los derechos humanos en su persecución de los jefes del narcotráfico.

¿Entonces, qué se propone Peña Nieto con esta nueva decisión? Puedo pensar en tres posibilidades.

Primero, podría ser que lo que estamos presenciando sea un espasmo de machismo. La principal adversaria de Peña Nieto es Josefina Vázquez Mota, que está intentando convertirse en la primera mujer presidente de México. La nueva imagen de Peña Nieto de hombre duro podría ser un sutil intento por suscitar dudas sobre la fuerza de Mota para combatir la violencia del narcotráfico.

Peña Nieto es capaz de cualquier cosa. Hace unos meses, cuando no logró dar el precio de un paquete de tortillas trató de defenderse insistiendo, de manera machista, que no es “la mujer de la familia”. Más tarde se disculpó.

Segundo, podría ser que Peña Nieto reconozca que debe superar un gran déficit. Sin poder mencionar los títulos de los libros que lo influenciaron y tras haber admitido que le fue infiel a su difunta esposa y que tuvo dos hijos con diferentes mujeres durante su matrimonio, Peña Nieto es, en sí mismo, una telenovela. No es de sorprender que muchos miembros de la clase dirigente de México perciban a este político de juvenil apariencia como carente de la profundidad y seriedad necesarias para liderar a México en un momento tan crucial. Sus recientes comentarios podrían ser un intento por demostrar que, si sale electo, será un presidente serio que encara asuntos serios.

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