Una ‘pequeña Guatemala’ en Bensonhurst

Una creciente comunidad de chapines transforma el vecindario en Brooklyn, antes considerado italiano y ruso

Magdalena N., en su traje tradicional del altiplano, paró un momento para posar cuando pasaba por la 18 Avenue.

Magdalena N., en su traje tradicional del altiplano, paró un momento para posar cuando pasaba por la 18 Avenue. Crédito: Carmen Molina-Tamacas / EDLP

Nueva York.- Nohemi saca una tarjeta de su bolsillo, la coloca en la ranura de la máquina y marca el tiempo que necesita para secar varias prendas. Es la tercera tanda, ya que esta semana se le acumuló toda la ropa: su embarazo de ocho meses la tiene muy cansada.

Mientras espera, sus hijos Yulmi y Aarón corretean por la lavandería “MonsterWash”, en la Avenida 18, uno de los sectores comerciales más activos de Bensonhurst, al suroeste de Brooklyn. Los pequeños gozan las vacaciones de pascua.

Confiesa que no tiene planes para cocinar este día, si lo hace, será algo rápido. Una de las ventajas de vivir acá, cuenta, es que puede encontrar prácticamente todos los ingredientes para poner platillos de su Guatemala natal en la mesa, especialmente el “pepián”, un guiso de carne a base de especias cargado de pepitoria –semilla de calabaza-, el pollo en salsa y hasta los tamales.

Bensonhurst alberga una comunidad creciente de guatemaltecos, la mayoría originarios del altiplano. Los rostros mayas añaden nuevos colores al crisol de esta zona tradicionalmente italiana, rusa y asiática.

De ese crecimiento hay varios testigos, varios de ellos en la Avenida 18: El Milestone Park, donde hombres y jóvenes comparten pláticas y cigarrillos; el Garibaldi Playground donde las madres guatemaltecas llevan a los hijos, la mayoría menores de 10 años; el restaurante “Jireh”, donde se sirve comida tradicional los sábados y domingos.

Pero el principal punto de encuentro de la comunidad guatemalteca aquí es la Iglesia de Evangelización Misionera “Jóvenes Cristianos”, de ministerio pentecostal, con una membresía de más de 900 personas, la gran mayoría guatemaltecas.

¿Invisibles?

Hasta 2000, los hispanos tenían una presencia muy baja en Bensonhurst. De acuerdo con el Perfil Comunitario del Distrito 11 de Brooklyn, de los 172,129 habitantes prácticamente la mitad nació en el extranjero, pero sólo 8.1% provenía de América Latina, la mayoría de ellos mexicanos y ecuatorianos.

La presencia de guatemaltecos, sin embargo, comenzó a sentirse en 1993, asegura el fundador de la Iglesia Misionera, Erick Salgado. “Un landlord italiano fue el primero en permitir la ocupación de apartamentos a hispanos en esta zona”, cuenta. Cinco años después, Salgado fundó la tercera de sus congregaciones, ahora son 20.

Luis Ixmata llegó en 1999 y recuerda como él y varios amigos que emigraron de las tierras altas de Guatemala al apartamento en Bensonhurst donde vivía su hermano mayor, eran los únicos hispanos viviendo en esa cuadra de la Calle 79. En 2003 conocería a Nohemi, la joven bajita, de cabello largo, con quien ahora tiene una familia.

La mayoría de los chapines que llegaron en esa época se establecieron en Bensonhurst debido a sus alquileres relativamente bajos y, lo más importante: una línea de tren expresa y varias rutas de buses que les permiten movilizarse a bajo costo hacia sus trabajos, fundamentalmente en el sector de la construcción y restaurantes.

Francisco Con, un trabajador de la construcción, quien llegó a la zona en 2008, dice que muchos de sus compatriotas logran ganar más de $7.25 la hora –el mínimo en el estado- en obras que están en proceso en Brooklyn y Queens. “Aquí se gana un poco más, hay trenes y buses, no se necesita depender de un vehículo”, explica.

Francisco y otros tres paisanos alquilan un apartamento por $1,500, que incluye el cobro de agua. Aparte pagan el gas, la electricidad y el cable. “Para cuatro nos sale bien”, dice. Eso le permite ahorrar y enviar dinero a su esposa e hijos en Guatemala.

Según un análisis del Pew Hispanic Center, en 2009 Nueva York era residencia de 60 mil guatemaltecos y Nueva Jersey de 42 mil; pero los cálculos extraoficiales de la congregación pentecostal indican que podrían vivir unos 50 mil sólo entre Brooklyn y Queens.

Hombres solos, cabezas de familia, componen la mayor parte de la feligresía, y de los miembros de esta comunidad. “Buscan al Señor, para poder estar enfocados, no desviarse ni perder el propósito por cual vinieron a este país, que es buscar el sustento para sus familias en Guatemala. Buscan combatir la soledad”, explica el pastor Salgado.

Entre los problemas que los aquejan, derivados del cambio de alimentación, la soledad y las preocupaciones, están las enfermedades gastrointestinales. “Necesitan servicios de salud, no hay oportunidades por su estatus legal y por carecer de seguros médicos, aunque ellos tengan capacidad de pagar los servicios (en los hospitales o médicos privados) no se hacen cargo de atenderlos, añadió el predicador.

Las mujeres se dedican fundamentalmente a criar a sus hijos y las que aún están solteras trabajan en fábricas y maquilas; ambos en una menor escala como cocineros y camareros, indica Elías García, de la Mesa Guatemalteca de Nueva Jersey.

Cuando hay ferias, mercaditos y festividades, es posible ver señoras del altiplano guatemalteco usando sus trajes tradicionales, el colorido “corte”, (falda) y “huipil” (blusa).

Muchos de los primeros inmigrantes ya se mudaron o se regresaron a Guatemala, ante la imposibilidad de traer a sus esposas y familias, contó Luis Ixmata. Pero la comunidad sigue creciendo. Según Salgado, la comunidad ve nacer al menos 60 niños cada año.

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