Lo importante es lo que usted piense sobre la SB1070

¿Qué pasaría si la decisión del Tribunal Supremo sobre la constitucionalidad de la ley antiinmigración de Arizona (SB 1070) no importase lo más mínimo?

Independientemente de la decisión de la corte, está surgiendo un consenso general sobre que Arizona y los estados que han copiado esta ley están eligiendo el camino de la mala política -la del tipo que enfrentaría a vecino contra vecino y estado contra estado.

El empujón contra este tipo de políticas proviene de un amplio espectro de líderes americanos: ejecutivos de empresa preocupados por el impacto económico de estas leyes, agentes de la autoridad que necesitan de la confianza de las comunidades a las que sirven, y líderes religiosos que están cansados de ver como familias y congregaciones enteras son divididas.

Éste último grupo ha lanzado un mensaje particularmente poderoso esta semana. “Los evangélicos están comprometidos con leyes que nos permiten amar al inmigrante”, dijo el Reverendo Gabriel Salguero, presidente de la Coalición Nacional Evangélica Latina. “La ley SB 1070 no sólo fomenta la discriminación, sino que además va en contra de nuestro deber como cristianos”.

Los líderes reconocen que la inmigración nunca debe ser un “nosotros contra ellos”, sino un simple “nosotros”. Como una nación, debemos erigirnos por encima de leyes que llevan a la desconfianza y a la sospecha.

Residentes de Arizona -liderados por Ciudadanos por una Mejor Arizona- ya se han movida en esa dirección. Antes incluso que el Tribunal Supremo decida sobre la ley SB 1070, al senador de Arizona Russell Pearce, el autor de la ley, se le removió de su cargo el pasado noviembre. Esa misma semana, una encuesta en ese estado mostró que 78% de los residentes apoyarían otorgar a los indocumentados de larga estancia la oportunidad de pagar una multa, pasar un chequeo de antecedentes criminales, darles un número de la seguridad social para pagar impuestos, chequear que hablan inglés y, eventualmente, dejarles que se conviertan en ciudadanos.

Eso está muy lejos de la criminalización de los inmigrantes indocumentados que se intenta conseguir con esta ley impuesta en Arizona.

Si la corte dictamina a favor de Arizona sobre algunas partes de la ley, otras leyes muy similares serán aprobadas, y los líderes electos de otros estados seguirán su estela. Pero lo harán sólo en su nombre, sabiendo que la inmensa mayoría del electorado no tolera el odio y los prejuicios.

Depende de todos nosotros -aquellos que nos acordamos que llegamos aquí procedentes de otros lugares y aquellos cuyas historias de inmigración han sido transmitidas de generación a generación- pedir por la única política de inmigración que puede unir nuestro país en una sola voz de libertad, igualdad y justicia: una reforma humanizada realizada a nivel federal.

No importa lo que el Tribunal Supremo decida, tenemos que apoyar políticas que unan, en lugar de dividir.

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