Nos quieren engatusar con faldas y apellidos

Nos quieren engatusar con faldas y apellidos

Yo no sé ustedes, pero a mí me cae como una patada en el ombligo, que los políticos piensen que si incluyen a una mujer o a un latino en su boleta vamos a tirar nuestros valores y filosofía por la ventana par a salir corriendo a votar por ellos.

Peor aún es cuando un político latino asume que debemos votar por él obligatoriamente por el sólo hecho de ser latino.

Ya vemos como los republicanos están desesperados por atraer el voto latino y el de las mujeres, sin el cual Mitt Romney se quedará con las ganas de mudarse a la Casa Blanca, la única mansión que a pesar de sus millones no ha podido comprar hasta el momento.

El Partido Republicano ha montado una tiendita de caramelos para entretenernos al incluir en la lista principal de candidatos a la vicepresidencia a tres latinos: el senador Marco Rubio de la Florida, Susana Martínez, gobernadora del estado de New Mexico, y Brian Sandoval, gobernador de Nevada-estos dos últimos, muy conocidos en sus casas.

Pero no somos bobos ni nos chupamos el dedo.

El favorito del Tea Party, el grupo de extrema derecha que es el que en realidad ahora maneja a los republicanos, es Marco Rubio. Es joven, tiene buen pelo, buena dentadura, carita de niño bueno y es un excelente orador. Encima de eso es cubano-americano y su presencia en la boleta electoral puede contribuir a ganar su importante estado para Romney.

Pero el estado de la Florida es un mundo aparte. A nivel nacional, los votantes latinos, que en su mayoría son de descendencia mexicana, no se lo van a tragar aunque Rubio les baile el Jarabe Tapatío en chuntaritos fabricados por él mismo. Su posición anti-inmigrante y su debilucho y discriminatorio intento de forjar una versión republicana del DREAM Act que solo conduce a crear una nueva categoría de inmigrantes desahuciados de derechos, son un antídoto a cualquier refilón de orgullo que tener a un vicepresidente con nombre latino pueda ofrecer.

Aquí en Nueva York, a los residentes de mi distrito congresional nos toca encarar la disyuntiva de si en las primarias demócratas de junio debemos abandonar al Congresista afroamericano Charlie Rangel, quien nos ha representado más que adecuadamente por décadas y elegir al senador estatal dominicano Adriano Espaillat.

Aunque me sentiría orgullosa de ver a un hermano dominicano alcanzar un escaño federal por primera vez, esa no es la única razón que guiará mi voto. Espaillat tiene que convencerme, seducirme y sin mucha verborrea explicarme su posición sobre temas importantes.

Una de las cosas que me atraen de Rangel es que en cuanto a issues que me importan, nunca he tenido que escribirle para instarlo a que vote a favor o en contra porque él siempre ha estado, en mi opinión, del lado correcto.

No sé mucho de Espaillat porque debo confesar que no sigo la política de Albany muy de cerca. Pero ahora, debido a todos los desastres que están pasando a nivel de legislaturas estatales por todo el país, me doy cuenta de que eso ha sido un error que estoy corrigiendo. No me pierdo a Juan Manuel Benítez y su programa Pura Política en NY1 todos los viernes.

No votar por un candidato latino o mujer sólo por ser latino o mujer es nuestra prerrogativa y señal de madurez política. Para los que no entiendan esto, les tengo dos palabras: Sarah Palin.

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