¿Sotomayor otra Clarence Thomas?

Ya había leído en otra publicación en inglés la columna de Ester Cepeda sobre la jueza de la Corte Suprema Sonia Sotomayor que apareció en este espacio el martes. Como columnista sindicada, las opiniones de Cepeda tienen amplia difusión por todo el país en ambos idiomas.

Si bien es cierto, y concurro, que el futuro voto de Sotomayor sobre la ley SB1070 de Arizona es, en cierta manera, una prueba de fuego para los latinos que tienen grandes expectativas sobre la jueza, también es cierto que muchos la ven como Marvila, la Mujer Maravilla que puede detener balas con sus brazaletes indestructibles y capturar a los malhechores con su lazo de la verdad.

Tradicionalmente tenemos la tendencia a asumir que cada latino que llegue a un puesto importante va a actuar exactamente como cada uno desea, sin importar si nuestras posiciones son válidas o no, o si entendemos o no como funciona el proceso en cuestión. En muchas ocasiones esto conduce a la desilusión y la frustración, seguido, en casos extremos, por acusaciones de “traición a su gente”.

Entendido. Pero de ahí a especular, como hace Cepeda, que si Sotomayor vota a favor de partes de la SB1070, vamos a considerarla como la “Clarence Thomas latina” me parece un disparate y un insulto.

Clarence Thomas, el único afro-americano en la Corte Suprema, es un rubber stamp que da el visto bueno automáticamente a toda proposición de la derecha y quien no ha abierto la boca para ofrecer comentarios ni en pro ni en contra de un solo caso en más de seis años. Dice que no le gusta hablar, lo cual me parece muy bien, porque las pocas veces que abre la boca dan ganas de taparse los oídos.

La comunidad afro-americana tiene todo el derecho a verlo como un “traidor a su raza” y no solo por su silencio ni por las decisiones que ha tomado desde que el primer presidente Bush lo nombró en 1991. Las vistas públicas sobre su confirmación en el Senado fueron controvertidas al Thomas ser acusado de acoso sexual por su ex colega Anita Hill.

En la última década se han presentado peticiones de investigar la posibilidad de conflicto de intereses por las actividades políticas de su segunda esposa. Virginia Thomas es una activista conservadora y directora del grupo de cabildeo Liberty Central, cuya misión primordial es, en sus propias palabras, combatir “la tiranía izquierdista de Obama y de los congresistas demócratas.”

Definitivamente, no hay comparación posible entre Sonia Sotomayor y Clarence Thomas.

Las dudas sobre el posible voto de la jueza Sotomayor se basan en las preguntas agudas que hizo durante los alegatos orales sobre SB1070. Lo cierto es que en la opinión de muchos expertos legales, Donald Verrilli Jr., vice fiscal general a cargo de presentar el alegato del gobierno, no hizo un buen trabajo, además de sufrir un intenso ataque de tos, defendiendo sus argumentos. Sotomayor parecía sentirse incómoda sobre las pobres destrezas de Verrilli y muchos consideran que su línea de cuestionamiento fue un intento de ayudarlo a reformular su alegato.

No debemos perder de vista que los intríngulis leguleyos no siempre están al alcance del entendimiento del ciudadano común y corriente, y me cuento entre ellos. Pero gústenos o no el voto que Sotomayor emitirá sobre la ley de Arizona, no debemos tirar por la ventana el apoyo y orgullo que sentimos por ella. Su récord de “Wise Latina” brillará más porque su opinión estará basada, como siempre lo ha hecho, exclusivamente en la ley.

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