Una pintora dominicana autodidacta

Dora Durán estableció  en su hogar un oasis en donde crea sus pinturas.

Dora Durán estableció en su hogar un oasis en donde crea sus pinturas. Crédito: Rebeca Herrero / EDLP

Nueva York – La dominicana Dora Durán siempre supo que tenía un talento: el pintar. Comenzó desde pequeña, en su ciudad natal La Vega en República Dominicana, pintando manteles, cerámicas y camisetas.

En la actualidad vive con su marido y tres hijos en una casa en Bushwick, alejada del tumulto de Manhattan, soñando con la naturaleza, lo que más le inspira para realizar sus obras.

“Pinté esta imagen de Jesús, muy roja porque es simbólica de lo que quería expresar. Nadie lo ha visto, por lo que pinté su rostro con trazos rojos y tierra para hacerte pensar en lo que ves de forma externa”, dice la pintora, rodeada de pinturas en acrílico y al oleo en su casa.

Casi todas las paredes están repletas de cuadros muy bien colocados, en su sala, cocina y baño, lo que hace que semeje a un museo o una galería personal.

“Ese es mi sueño, poder tener un espacio donde mostrar, sobretodo poder ayudar a las mujeres que han sido maltratadas. Sé que algún día lo voy a lograr. Yo quise irme de mi país en el 2001 porque quería conocer Estados Unidos. Mi primera parada fue en Miami, ahí llame al show de Don Francisco Presenta y casi logro ir, sólo que ese día no pude llegar”, confiesa sobre lo que fue su travesía de Santo Domingo a Nueva York.

“Eventualmente llegué a Nueva Jersey. Expusé varias obras en una galería de una señora que encontré en las páginas amarillas. Pasó el tiempo y mi esposo y yo nos establecimos en Bushwick. El abrió su propio negocio, una barbería. Estuve exhibiendo entre los años 2002 y 2003, pero sufrí un accidente en el que casi muero. Estuve varios años inmovilizada, en mi cama, no podía salir de la casa. En este momento aproveché para pintar varios cuadros”, establece la pintora, mientras toca algunas de sus pinturas, acumuladas desde mediados de los 90, década en que comenzó a pintar lienzos.

En su hogar, dice que estableció un pequeño oasis, acompañada de pajaritos y cotorras que cuida con todo su amor, para que la acompañen y la hagan sentirse cerca de la naturaleza.

“Soy una artista que pinto desde la imaginación. No uso una fotografía, porque me gusta pintar con el corazón”, añade.

Muy pronto aspira a exhibir las piezas de su autoría que tiene coleccionadas desde hace 16 años.

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