Zona de Juego: La enfermedad secreta de los atletas

No hay peor dolor, que el que no se puede curar.

No existe agonía más humillante, que la que tarda en desembocar en el río del más allá.

Cuando una persona lleva encima un dolor incurable, una agonía eterna, suele tomar una decisión que para muchos resulta sorpresiva e impactante.

Tal vez no estés muy familiarizado con él, pero Junior Seau fue apoyador de los Cargadores de San Diego que pasó a la historia de la NFL como uno de los mejores en su posición.

A pesar de haber acumulado fama, riqueza y el respeto de aficionados y colegas, el exjugador optó por suicidarse a los 43 años.

De 1999 a 2002, me tocó estar cerca de Junior cuando mi trabajo requirió que cubriera al equipo de los Cargadores.

En esos años de trabajo me percaté de la grandeza de Junior Seau.

Con un físico impresionante, producto de largas horas de trabajo en el gimnasio, el hombre de origen samoano era todo un portento.

Su alto nivel de juego lo hizo convertirse en el líder emocional, espiritual y moral del equipo.

Cuando los Cargadores perdían un partido, el primero en salir a atender a la prensa era Junior Seau.

Él se hacía responsable por las derrotas; cuando el equipo ganaba, era el último en salir a dar declaraciones.

En los buenos momentos, Junior prefería dejar que sus compañeros fueran el centro de atención.

A pesar de su grandeza como jugador y ser humano, Junior se desmoronó cuando se topó con la realidad que tarde o temprano toca a la puerta de cualquier atleta profesional.

El retiro es la enfermedad secreta, la enfermedad oculta que en muchos casos se convierte en agonía y termina por ahogar, por asfixiar, por matar a los atletas.

No hay dinero ni actividad en el mundo que pueda compensar a estos jugadores con la emotividad de participar en actos deportivos de alto rendimiento.

Una vez que la gloria del deporte los abandona, la sombra de la desdicha los acoge.

Nadie se levanta en la mañana y dice: “Hoy me voy a suicidar”.

La decisión de quitarse la vida es un proceso de mediano o largo plazo, en el que la depresión erosiona la lucidez mental de la persona que luce como si todo marchara bien en su vida.

El divorcio de su esposa, la acusación de su novia de violencia doméstica, el sospechoso evento de haber caído a un barranco mientras iba manejando, el no jugar futbol americano, fueron ingredientes que se mezclaron con su retiro para crear el fatal desenlace de Junior.

El que también fuera jugador de los Troyanos de USC en su época universitaria no es el único atleta que ha optado por quitarse la vida una vez terminada su carrera profesional.

Los jugadores que tanto admiramos por sus heroicas jugadas de gol, por sus maravillosas canastas, por sus tacleadas en el campo, son hombres igual de vulnerables que tú y yo.

Tragedias como las de Junior trascienden la frontera del deporte y nos deben hacer abrir los ojos.

Observa a tu alrededor y ve de cerca a esa persona a la que amas, a la que sabes que pudiera estar deprimida por cualquier razón, y pregúntale cómo se siente.

Si la respuesta de la persona por la que estás preocupado es: “Estoy bien”, como lo hacía Junior, es señal de que debes de actuar de inmediato, la enfermedad silenciosa está por atrapar su mente, su alma y su corazón.

En esta nota

San Diego
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain