IKEA: ¿y qué, eh?

Bendición Abuelas y Abuelos…

“En su Segunda Venida, Cristo acabará con los pecadores y con IKEA”. Así dijo mi hermano -y no se considera religioso- al visitar por primera vez aquel cartel sueco de muebles armables y contemporáneos.

Después de ver los salones preciosos de IKEA, él regresó con los ojos vidriosos. A todo habitante de ciudad que vive en apartamento estrecho le pasa lo mismo. Nos enamoramos de los ingenios de IKEA: los accesorios para el hogar en colores vivos, cómo organizar un armario de modo que quepa la ropa para él y para ella, cómo hacer que una habitación se sienta como un suite de hotel. Todo, todo una maravilla realizada con el concepto de “diseño democrático”, lo que significa que IKEA aplica un enfoque integrado para la fabricación y diseño de sus productos. Y claro, nuestro enamoramiento también reside en los bajos precios.

Ahora, lleguemos al caso.

La semana pasada, el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung revela alegaciones de que IKEA utilizó presos políticos en Cuba para fabricar sus muebles (interesante: ‘presos políticos’ en vez de ‘presos’).

Según una revisión actual de los archivos del STASI, la policía de Alemania Oriental durante la era de la Guerra Fría, IKEA llegó a un acuerdo con Cuba en septiembre de 1987 para fabricar 35,000 mesas de comedor, 10,000 mesas de niños, entre miles de otras piezas “para exportación a Suecia”.

En este lío, alega Jorge Luis García García -investigador basado en Berlín y nacido en Cuba- también están envueltos antigüedades cubanas, cigarros y armas. No está claro qué cantidad del arreglo entre IKEA y Cuba en realidad se llevó a cabo, dice García.

En Estados Unidos, los programas de trabajo penitenciario emplean a más personas que cualquier compañía ‘Fortune 500’ (además de General Motors).

Salario promedio: $0.23 a $1.25 por hora. Al preso que se niegue a trabajar se traslada a vivienda disciplinaria; a la compañía que utilice tal mano de obra penitenciaria el gobierno federal le otorga lucrativas deducciones fiscales.

Según el profesor de leyes Noah Zatz, “Tal vez algunos de aquellos [obreros encarcelados] construyeron la silla de tu escritorio.”

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