Pérdida multimillonaria

La pérdida mayor de 2,000 millones de dolares del banco más grande de Estados Unidos no pone en peligro su solvencia. El caso de JP Morgan, en cambio, pone sobre el tapete la necesidad de una supervisión financiera para evitar que el dinero de los contribuyentes deba rescatar nuevamente a la banca.

Esta noticia no pudo haber llegado en peor momento al sector financiero que se está oponiendo a la implementación de la Ley Dodd-Frank -que impone nuevas regulaciones- argumentado que lo peor ya había pasado y que las nuevas regulaciones entorpecían en vez de ayudar. Lo irónico es que el portavoz principal de este punto de vista es el jefe ejecutivo de JP Morgan, James Dimon.

Este ejecutivo era hasta hoy considerado como un ejemplo a seguir en Wall Street por su administración sensata que le permitió a JP Morgan sobrevivir sin apuros la crisis del 2008. Hoy ya no lo es más. Dimon pasó a integrar la lista de las banqueros cuyas instituciones perdieron miles de millones por apuestas financieras irresponsables.

En este caso, una sola persona realizó inversiones en los productos financieros, del tipo que derrumbaron la aseguradora AIG, de tal magnitud que peligrosamente llegó a influenciar el rumbo del mercado.

Los reportes indican que este individuo ya obtuvo en el pasado compensaciones multimillonarias con su estrategia agresiva. Ahora perdió más de 2,000 millones de dólares.

El sector financiero protesta que este caso está siendo aprovechado para ajustar las regulaciones. ¿Qué esperaban que ocurriera cuando el banco más grande y de mejor reputación del país muestra una vulnerabilidad de este tipo?

En esta oportunidad no hay crisis hipotecaria, no se puede echar la culpa a compradores irresponsables, ni al Gobierno federal de promover políticas para ayudar a la adquisición de inmuebles.

Es cierto que las regulaciones son onerosas para el sector financiero, pero estas no serían tan necesarias si las instituciones financieras fueran capaces de vigilarse para no quedar expuestas a grandes riesgos. Pero no lo son. Las regulaciones son imprescindibles mientras la tentaciones de grandes ganancias tiren por la ventana la cordura. O como en el caso de JP Morgan, una sola persona ponga en riesgo con sus transacciones al banco supuestamente más sólido de Estados Unidos.

ImpreMedia/La Opinión

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