Telenovelas, para no verlas

Hay quienes dicen que las teleseries fomentan celos, inseguridad y más

MÉXICO, D.F.- La televisión abierta en México está reforzando comportamientos psicológicos enfermizos en la población del país, como dependencia emocional, masoquismo, minusvalía, represión, celos, inseguridad, resentimiento social y conductas adictivas, de acuerdo con autoridades en la materia del país.

Los contenidos de los dos principales medios de comunicación masiva -Televisa y TV Azteca-, representados principalmente por las telenovelas, están actualmente en tela de juicio y expertos en la materia de salud emocional se encuentran “en alerta” por el daño social que durante años han ocasionado, aunque es reciente el repudio.

Ayer, unos 800 maestros vaciaron un camión de desperdicios frente a las instalaciones de Televisa Chapultepec, en el Distrito Federal, y quemaron el contenido en una metáfora de lo que consideran “la telebasura”, mientras crecen las protestas de estudiantes del movimiento “Yo Soy 132” por la manipulación de los contenidos informativos.

En medio de la vorágine de indignación, las telenovelas -que representan la principal audiencia de la televisión abierta- están en el centro del huracán, sin mucho ruido, pero como vértice del análisis.

“Es una constante ver que fulano o fulana no puede estar sin el amor de otra persona, por ejemplo, y lo que están haciendo es promover la dependencia emocional, la minusvalía y la adicción a relaciones insanas”, denunció Alejandro Radchick, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México.

Los guiones de los “culebrones” están condicionados a triángulos amorosos en donde uno de los protagonistas está obsesionado con la pareja de otra persona en un escenario de frustración, ira, envidia y violencia.

“Las televisoras están influyendo en la población de manera negativa”, destacó Juan Carlos Huidobro, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien observa que se está fomentando así un marcado “miedo a la libertad”.

Cita como patrón en los libretos un juicio “negro” hacia los personajes que cambian de pareja, aún cuando la transformación es parte del ser humano.

“Hay un modelo de cómo deben ser los buenos y, quien se sale de ese patrón, regularmente recibe su castigo en la trama y eso está asustando a la audiencia, poniéndole límites personales, sin matices”, agrega Huidobro.

Radchick percibe en este escenario una “victimización” de los virtuosos -casi siempre pobres- donde éstos tienen que sufrir sin aspavientos sus penas y con actitudes que rayan el masoquismo (placer por el dolor) mientras un “monstruo” desalmado -representado en un hombre rico- se aprovecha y disfruta.

“Están creando un profundo resentimiento social y depresión”, dice el analista-, “sentimientos que se agudizan también con los estereotipos de belleza esbelta o del macho infiel que predispone a las mujeres a que serán engañadas, y estas situaciones hace mucho daño a las parejas”.

Los defensores de las teleseries argumentan que son solo un producto más para el entretenimiento que el consumidor puede tomar o rechazar; sin embargo, la televisión pública en el país tiene sólo dos opciones de elección para las miles de poblaciones donde sólo tienen acceso a estos contenidos.

“No están cumpliendo con el papel social de impulsar conductas positivas salvo en algunos temas de salud, como el alcoholismo y la drogadicción; en algunos capítulos se empuja la idea de que hay una consecuencia si se abusa de estimulantes, pero esto es recientemente”, comenta Huidobro.

Entre los temas que han quedado fuera de los libretos son la politización de la sociedad, el desarrollo económico, físico e intelectual de los jóvenes, la salud y la educación de calidad. “El país va a tener una televisión responsable cuando no tenga que clasificar entre televisión cultura y de entretenimiento, sino que sea una misma”, señala el analista.

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