En Long Island, el fútbol lleva nombre salvadoreño

Para esta comunidad, el balompié es un asunto de identidad e integración

La presencia de exjugadores reconocidos de la Liga Mayor de El Salvador juega un rol clave en el desarrollo de las ligas de fútbol en esta zona. Foto: Oscar Ajuria (ex Atlético Marte), Sergio Valencia (ex Águila) y Wilman González (ex Águila).

La presencia de exjugadores reconocidos de la Liga Mayor de El Salvador juega un rol clave en el desarrollo de las ligas de fútbol en esta zona. Foto: Oscar Ajuria (ex Atlético Marte), Sergio Valencia (ex Águila) y Wilman González (ex Águila). Crédito: Cortesía de Daniel Menjívar

Long Island – El salvadoreño Andrés Turcios vive en Nassau y juega en el equipo de fútbol “Meanguera”, de Westbury.

Meanguera no es un nombre indigena americano. Tampoco una palabra o apellido común en español. Es una isla en El Salvador.

En esta zona de Long Island, nombres de jurisdicciones salvadoreñas comienzan a ser comunes gracias a un creciente número de equipos de fútbol que toman el nombre de pueblos en El Salvador: “Oriente”, “Las Peñitas”, “11 orientales”, “Zacatillo”, “Los Andes”, “Chalatenango”, “La Quesadilla”, “El Sauce” y “Ciudad Arce”, solo para mencionar algunos.

Turcios no es originario de Meanguera, pero está con ellos porque la isla queda cerca de su natal Pueblo Viejo. “Si la gente de mi pueblo estuviera aquí, jugara con ellos, pero como no hay, tenía que buscar a los que estuvieran cerca”, explica Turcios, quien vive aquí desde hace 25 años y tuvo el sueño de ser jugador profesional.

El fútbol, más que un deporte, es un medio de organización comunitaria en la incipiente comunidad centroamericana de esta zona. Sólo la Long Island Junior Soccer League tiene registrados al menos 125 mil jóvenes de nueve a 19 años, repartidos entre unos 80 clubes, explica Sergio Valencia, un ex Seleccionado Nacional de El Salvador que desde hace ocho años dirige un programa deportivo de la Economic Opportunity Comision de Uniondale, en Hempstead.

Valencia también fue parte de los fundadores de la New York Soccer Latin Association (NYSLA), una entidad sin fines de lucro creada en 2004 para abrir espacios accesibles para la comunidad hispana en este deporte. Sólo la NYSLA atiende casi 300 alumnos –entre cinco y 16 años–, 80% de El Salvador, Guatemala, Honduras y otros países con fuerte presencia demográfica en Long Island, según confirmó el tesorero, Francisco Guerrero.

Ellos han querido tomar el modelo organizativo anglosajón, pero adaptando la enseñanza a la idiosincrasia centroamericana, esto es más paciencia y menos costo económico, por ejemplo.

¿Por qué es tan popular este deporte? Valencia responde: “Nos gusta el fútbol, no es que lo llevemos en la sangre sino que es parte de nuestro desarrollo como niños, en El Salvador lo jugamos en la calle, en la cancha de la colonia con los amigos. Aquí, poco a poco es parte de la tradición de identificarnos con nuestros colores patrios, de conectar a nuestros hijos con sus orígenes”. Pero también, añade, las academias y los programas complementarios permiten mantener a los niños y jóvenes alejados de la violencia y las pandillas.

En Nueva Jersey y Nueva York vive una gran cantidad de jugadores y veteranos que militaron en equipos de Primera División e incluso en la Selección Nacional de El Salvador. Cada quien emigró en circunstancias particulares, pero la mayoría se mantuvo activa, algunos pudieron jugar profesionalmente, conformar equipos y hacer algo más con la nostalgia por la patria, el deporte y sus equipos: poner su nombre en alto.

La presencia de estas figuras y especialmente leyendas como David Antonio Pinho, exvolante de Águila, y de Óscar Kala Bonilla, de Alianza, también ha fomentado el gusto y la popularidad por el deporte.

Daniel Menjívar, presidente del Comité Humanitario Centroamericano de Nueva Jersey, ha organizado varias actividades benéficas para apoyar a jugadores enfermos o adultos mayores, tanto en El Salvador como en esta zona. Él representa a la Asociación de Futbolistas de El Salvador en la costa Este de Estados Unidos y los conoce casi a todos.

“Algunos vinieron por la guerra, otros por mejorar su situación de vida y por medio de sus parejas han logrado hacer su ‘sueño americano’. Pero no vinieron a ejercer trabajos de construcción, sino lo que saben hacer, que es jugar fútbol”, explica.

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