Dos generaciones de veteranos se unen en un abrazo

Esto en medio de un encuentro en el que el puertorriqueño Tomás Lozada -medalla Purple Heart de la guerra de Corea- recibió en el aeropuerto a su nieto Otto Blanco de regreso de Irak

CHICAGO – Dos generaciones de veteranos de guerra se unieron en un abrazo hoy en Chicago, cuando el puertorriqueño Tomás Lozada -medalla Purple Heart de la guerra de Corea- recibió en el aeropuerto a su nieto Otto Blanco de regreso de Irak, donde completó su contrato con el Ejército.

“Doy gracias a Dios por regresar sano y salvo, mental y físicamente”, dijo Blanco a Efe en el aeropuerto O’Hare.

El soldado de 24 años, especialista en reconocimiento, dijo que se mantuvo fuerte en su última misión “gracias a las oraciones de mi abuelo, de mis padres y de la gente”.

Su madre, Elizabeth Blanco, también agradeció que su hijo “regresara completo”, recordando sus “oraciones y el llanto” derramado para pedir que Otto “no pasara a otra vida, como desgraciadamente sucedió con muchos otros”.

Tomás Lozada, que ha sido pastor de la iglesia evangélica Fuente de Amor del barrio Humboldt Park de Chicago durante 58 años, fue acompañado en el recibimiento de su nieto por un grupo de capellanes militares.

Uno de ellos, José García, ofició una breve ceremonia religiosa en la terminal aérea. Puso una mano sobre el hombro izquierdo del soldado y agradeció “al Todopoderoso” por haberlo traído de regreso a su familia.

El recibimiento tuvo un sabor especial porque fue la primera vez que Blanco, uno de los cinco nietos de Lozada, pudo felicitar personalmente a su abuelo por la medalla Purple Heart recibida el 7 de marzo de 2011, casi 60 años después de haber sido herido en combate en Corea.

Cuando se hizo la ceremonia en el Instituto Puertorriqueño de Arte y Cultura, Otto se encontraba en su segunda misión de combate en Irak y no pudo abrazar a su abuelo por el justo reconocimiento recibido.

Lozada, oriundo de Ciales, Puerto Rico, recibió la medalla de manos del congresista puertorriqueño Luis Gutiérrez, cuya oficina colaboró en la lucha contra la burocracia militar para que se corrigiera “una injusticia”.

Lozada fue herido en combate el 30 de septiembre de 1951, cuando la explosión de una granada le provocó quemaduras graves en la cara y las manos. En ese momento era soldado de primera clase en la tercera división de infantería, integrada por puertorriqueños.

Fue atendido en un hospital en Osaka, Japón, y al regresar de la guerra fue dado de baja con honores y el grado de cabo, en 1952.

Sin embargo, un incendio destruyó los archivos militares en 1973 y no quedó constancia del heroísmo de Lozada, por lo que fueron necesarios 59 años de gestiones para reconstruir la historia y lograr que el Gobierno aprobara la medalla.

Lozada dijo hoy que era un honor que su nieto hubiera escogido su camino en el Ejército y “quisiera ser como el abuelo”, para servir a los Estados Unidos y a la comunidad en Chicago.

Otto Blanco dijo que continuará vinculado a las fuerzas armadas, pero esta vez en la reserva de la Guardia Nacional de Illinois al mismo tiempo que estudiará ciencias.

Dijo que decidió alistarse en el Ejército a los 21 años de edad para comprometerse con algo que nunca había hecho antes, y que en los tres años muy duros transcurridos en el servicio aprendió a valorar “las pequeñas cosas que muchas veces subestimamos en este país”.

“No todo en el Ejército fue una buena experiencia, pero fue en los malos momentos que me di cuenta de lo que podía hacer por mi comunidad”, agregó.

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