Chiqui Mendoza: el poder de la pintura

El pintor dominicano Chiqui Mendoza se inició en la pintura en la escuela de Bellas Artes de Santiago de los Caballeros, en la República Dominicana.

El pintor dominicano Chiqui Mendoza se inició en la pintura en la escuela de Bellas Artes de Santiago de los Caballeros, en la República Dominicana. Crédito: José Acosta / EDLP

Cuando el pintor dominicano Chiqui Mendoza presentó en la XV bienal E. Leon Jimenes, de Santiago, el cuadro titulado: “El barón del cementerio”, con el que obtuvo el tercer lugar, quedó sorprendido: más allá de su valor pictórico, mucha gente que veía el cuadro se arrodillaba y rezaba, y se cuenta que en la exposición permanente del Centro Cultural León los vigilantes le temen, porque la pintura es tan poderosa que de noche les hace ver difuntos.

Chiqui Mendoza nació en Santiago, República Dominicana, en 1964. Se inició en la pintura en la escuela de Bellas Artes de Santiago. Fue entre 1982 y 2006 profesor de dibujo y pintura. Estudió Arquitectura en la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) 1984-1989.

Hizo estudios en Art Student League of New York, 1989-1990. En el año 1995 Print Workshop con Robert Blackburn en Alto de Chavon, en La Romana. De 2004 a 2006 fue Director General de Bellas Artes en Santiago.

Entre sus premios figuran dos primeros lugares en las bienales de pintura de E. León Jimenes, y Mención Especial del Jurado en el XXVI Festival de Pintura de Cagnes-sur-Mer, en Francia. Ha presentado numerosas exposiciones y es uno de los pintores dominicanos más destacados y reconocidos internacionalmente.

-¿Cuándo supiste que querías ser pintor?

-Fue a los 13 años, cuando ingresé a la Escuela de Bellas Artes en Santiago. A partir de ahí se despertó una pasión incontrolable por la pintura. Yo hice estudios de Arquitectura durante cuatro o cinco años, pero no pude terminar porque la pintura me atrapó y disolvió todo.

-¿Cuál ha sido tu evolución en la pintura?

-En mi primera etapa mi pintura la componía bajo el concepto de que el artista es un puente que trae cosas de lo desconocido, hoy día no es así, lo que estoy haciendo ahora es más racional, más claro, más profesional, con un estudio previo de lo que voy a hacer. Por supuesto que una cosa es la que se tiene en la mente y otra la que sale con el pincel, pero ahora hago un plan de trabajo.

-Fue en un momento en que decidí pintar el tema de la dominicanidad, la esencia del dominicano. El barón del cementerio (nombre dado a la primera persona que entierran en un cementerio cuya tumba es tomada como objeto ritual por los que profesan la santería) entra en un periodo en que pintaba la superstición del dominicano, pero de una manera luminosa. El cuadro impactó porque a mucha gente le daba como miedo y muchos supersticiosos lo tomaron como un objeto ritual, y la idea era esa, que se convirtiera en un objeto de poder, como sucede con los fetiches africanos.

-¿Cómo comparas tu pintura de República Dominicana con la de Nueva York?

-No es lo mismo hacer arte en la isla que hacer arte aquí, en medio del mundo. De alguna manera uno responde al medio. En la isla abordaba mucho los temas de la mitología, de la identidad; ahora en mi pintura el tema es más universal, no es tan localista. Allá el arte era más romántico, aquí es más profesional.

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