Familias transforman jardín en El Barrio y recogen sus cosechas

Cada viernes se reparten equitativamente los vegetales y frutas de la pequeña parcela.

Familias latinas pesan frutas y vegetales luego de cosecharlos.

Familias latinas pesan frutas y vegetales luego de cosecharlos. Crédito: Zaira Cortes / EDLP

Manhattan – En el jardín comunitario The Rodale Pleasant Park, la selva de cemento desaparece para dar lugar a un florido campo del que emana un olor a tierra mojada y vegetales frescos.

En la pequeña parcela, ubicada en la calle 119, entre Pleasant y Primera Avenida, en El Barrio, unas 12 familias cosechan cada verano varias libras de frutas y verduras.

Hace 13 años, el jardín era un terreno abandonado y llenó de basura, pero mujeres lo transformaron en una tierra fértil que revitaliza el vecindario.

La mexicana Marcelina Bravo, de 49 años, recuerda una tres familias de su diáspora tomaron la responsabilidad de limpiar el jardín.

“El terreno estaba totalmente abandonado. Lleno de hierbas, camas viejas y mucha basura. Madres y niños trabajamos por un año para reconstruirlo”.

La inmigrante, con 25 años de vivir en El Barrio, comentó que con el paso del tiempo más mujeres se integraron y sus descendientes adquirieron la tarea de mantener vivo el jardín.

“Hay tres generaciones que son parte de la historia. En mi caso, mi hija tenía 16 años cuando empezó a sembrar y ahora educa a su hija de tres años para que en un futuro continúe con el trabajo”.

Lucia Bravo, hija de Marcelina, coordina al colectivo para sembrar y cosechar. La mujer de 29 años comentó que en marzo comienza el proceso para preparar la tierra y se deja de trabajar hasta octubre.

En cada corte se puede obtener más de 30 libras de jitomate y hasta 11 libras de uva.

Betabel, manzana y peras son otros productos que se cultivan.

Cada viernes se cosecha y se reparten equitativamente los vegetales y frutas entre integrantes del grupo.

La mujer indicó que se invierte unos $50 al año en la compra de semillas.

“Las madres que se llevan a casa productos frescos y libres de químicos ahorran un poco en víveres. Es como estar en nuestros países, que se come lo que se siembra”.

Norma Balmes, de 37 años, es una de las madres que siembra en el jardín y participa en el grupo hace 10 años, dijo que una meta importante del grupo es compartir el lugar con la comunidad.

“Una ganancia adicional es la convivencia. Pasamos tardes agradables en familia, conociendo a los vecinos. Nos unimos y nos ayudamos”.

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