Caseros cuentan historias de horror con inquilinos en NY

No sólo existen los abusos por parte de los propietarios, también hay arrendatarios que destruyen las propiedades y molestan a sus vecinos.

Muchas veces al casero no le toca la peor parte, sino al que vive al lado.

Muchas veces al casero no le toca la peor parte, sino al que vive al lado. Crédito: EDLP / Archivo

Nueva York – Es común escuchar quejas de inquilinos en contra de caseros abusadores y negligentes, pero muchas veces la historia es al revés y son los arrendatarios quienes les hacen la vida de cuadritos a los propietarios. Aquí la historia de tres que se las vieron negras con inquilinos realmente de terror.

El puertorriqueño Henry Calderón, residente de East Harlem, prefirió dejar 25 años de experiencia como casero, pues los dolores de cabeza eran más grandes que las ganancias.

Calderón, quien ahora se dedica a la preparación de impuestos y al negocio de Real State, dijo que no aguantó las multas por inquilinos que no manejan adecuadamente el reciclaje.

“Ser casero no es sólo sentarte a esperar la renta y hacerte rico. Hay personas que destruyen la propiedad o que molestan a vecinos. Hay que lidiar con muchos problemas en este negocio”.

Indicó que su peor experiencia fue un inquilino que llenó con cemento las tuberías al dejar el departamento luego de ser desalojado.

“Perdí renta, tiempo en la corte y dinero para reparar los daños. Quién piense que ser casero es muy cómodo, está completamente equivocado”.

La peor experiencia de Aureo Cardona, de El Bronx y con más de 30 años como gerente de propiedades en Brooklyn y Manhattan, fue una inquilina que no pagó renta por cuatro años.

“Pasamos una eternidad en corte. Ella podía pagar la renta, pero alegó incapacidad para cubrir la deuda de $15,000”, indicó. “Siempre inventaba ante el juez que algo en el departamento no servía para librarse de pagar”.

Cardona, un boricua de 63 años, destacó que inquilinos que no pagan renta son sólo uno de los muchos problemas: los apartamentos sobrepoblados puede ser lo peor.

“Es común que un sitio con espacio para una pareja sea ocupado, sin consentimiento del casero, por más de seis personas. Eso triplica los costos del mantenimiento”.

“Las autoridades protegen al inquilino y entendemos que la gente necesita un techo, pero éste es nuestro negocio y tenemos pérdidas que también son un duro golpe para nuestras familias”.

La inquilina del segundo piso del 2387 de Morris, en El Bronx, quien sólo quiso ser identificada como María, dijo que su pesadilla con el inquilino que vivía justo encima de su apartamento (a quien describió como un hombre hispano de unos 50 años), comenzó cuando una noche escuchó gritos y pataleos y en la mañana descubrió que, en el techo que daba a la ventana de su cocina, habían tirado muchos cuchillos.

“Había machetes, puñales y cuchillos de carnicero”, dijo. “El vecino llamó a mi puerta y me pidió permiso para que lo dejara pasar al techo, yo me negué porque temí por la seguridad de mi familia, pero le dije que yo se los buscaba y que me esperara afuera”, indicó.

María recogió los cuchillos con un guante, para evitar dejar sus huellas, los echó en una bolsa y cuando los entregó, el vecino le dijo que esa noche había tenido una pelea y había tirado los cuchillos por la ventana para evitar que lo mataran.

“Pero a partir de esa noche, el ruido no cesó. Eran pleitos tras pleitos, se escuchaban pataleos, muebles arrastrados, gritos de ‘¡Me están matando!’, yo llegué a llamar a la policía en varias ocasiones”, dijo María.

Cuando María se quejó con su casero, R.V. Properties, a través del conserje le dijeron que ya otros vecinos habían llamado y que ellos lo habían llevado a la Corte de Vivienda.

“Me enteré con el súper que el inquilino se drogaba y llevaba mujeres de la calle a drogarse con él, y esto provocaba las trifulcas”, dijo María. “Durante tres meses durmiendo mal por el ruido, y después de una noche bien violenta, en que la policía se llevó al vecino con la cabeza llena de sangre, volvió la calma”, agregó.

El inquilino fue apresado pero en el apartamento quedó una mujer que continuó metiendo gente de noche a drogarse y haciendo ruido. Cuando María se quejó, el conserje le dijo que la mujer había conseguido una orden de alejamiento contra el arrendatario del apartamento, pero que el casero ya había iniciado un proceso en corte por ocupación ilegal.

Ni el casero ni el conserje quisieron comentar sobre este caso.

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