Miles de niños son alejados de sus familias en EEUU

Pese al cambio de política migratoria las deportaciones han llegado a niveles sin precedentes.

Desde que su esposa Sandra Payes fue deportada a Guatemala en 2010,  Rony Molina ha luchado solo para sacar adelante a sus tres hijos en Connecticut.

Desde que su esposa Sandra Payes fue deportada a Guatemala en 2010, Rony Molina ha luchado solo para sacar adelante a sus tres hijos en Connecticut. Crédito: AP

STAMFORD, Connecticut – Alexis Molina tenía apenas 10 años cuando su madre se salió abruptamente de su vida y en un abrir y cerrar de ojos su infancia entró en un torbellino.

Se acabaron las tortillas con salchichas que lo recibían cuando regresaba de la escuela, las caminatas por el parque, los abrazos a la noche, cuando ella lo acostaba. Este muchacho dulce tiene hoy 11 años y se pregunta por qué su padre llora tanto y por qué su madre no regresa a su casa.

“Fue a buscar unos papeles”, cuenta el chico. “Y no regresó”.

El padre de Alexis, Rony Molina, quien tiene una pequeña empresa de jardinería, nació en Guatemala, pero vive en Estados Unidos desde hace 12 años y sacó la ciudadanía. Alexis y su hermanito de ocho años, Steve, también son estadounidenses. Lo mismo que su hermanastra Evelin, de 19 años, pero su madre, Sandra Payes, estaba en el país indocumentada y fue deportada a Guatemala hace un año y medio.

“¿Cómo puede ser que mi país no le permita a una madre estar con sus hijos, especialmente cuando son tan jóvenes y la necesitan?”, pregunta Rony Molina. “Sobre todo teniendo en cuenta que son estadounidenses”.

Es una pregunta que se hacen miles de familias en una época en la que las deportaciones han llegado a niveles sin precedentes y grandes cantidades de niños se quedan sin alguno de sus padres. Todo esto a pesar de que el presidente Barack Obama prometió que su gobierno deportaría únicamente a delincuentes y no separaría familias en las que alguno de los padres está en el país ‘sin papeles’.

Casi 45,000 padres han sido deportados en los primeros seis meses del año, según el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).

Al menos 5,100 niños que son ciudadanos estadounidenses viven con familias temporales en 22 estados, según el Centro de Investigación Aplicada, una organización de Nueva York que sigue estos casos.

Y una cantidad no determinada de estos niños son ofrecidos en adopción en contra de los deseos de sus padres, que, luego de ser deportados, no tienen nada que hacer cuando un juez decide que los menores están mejor aquí.

Abogados especializados en temas de inmigración dicen que, a pesar del cambio de política del ICE, ven todos los días cómo se destruyen familias.

Hay quienes dicen que toda la responsabilidad es de los padres, por haber ingresado al país ilegalmente, sabiendo los riesgos que iban a correr sus familias.

“Sí, son historias tristes”, expresó Bob Dane, de la Federación por una Reforma Migratoria, que postula mano dura con los extranjeros sin papeles. “Pero estos padres jugaron irresponsablemente con el futuro de sus hijos al ingresar al país ilegalmente, sabiendo que podían ser deportados”.

Otros, Obama incluido, dicen que separar a las familias está mal.

“Cuando madres que amamantan a sus hijos son separadas de sus pequeños, cuando los chicos regresan de la escuela y ven que sus padres se han ido… cuando sucede todo esto, el sistema no funciona y hay que cambiarlo”, declaró Obama cuando se postuló por primera vez a la presidencia en 2008. Hace un año, dijo en Texas que habría que deportar únicamente a “personas violentas y gente convicta de algún delito, no a quienes simplemente tratan de sobrevivir”.

El ICE insiste en que hace lo posible por mantener la “unidad familiar.

“El ICE se esfuerza por evaluar los casos que puedan justificar el que una persona sea autorizada a permanecer en el país por razones humanitarias”, afirmó la portavoz Dani Bennett. “En cuanto a los padres que son deportados, les corresponde a ellos decidir si se llevan a sus hijos o no”.

En el caso de Payes, luego de que su esposo se hizo ciudadano en 2009, un abogado de inmigración le recomendó que se fuese a Guatemala, para que su esposo iniciase trámites para traerla al país legalmente. Fue un consejo malo. Por más que no tenía antecedentes delictivos, le negaron la solicitud de visa.

De vuelta en Guatemala vivió las mismas experiencias que tantos deportados: soledad, desconfianza y miedo en un país que a esta altura le resultaba extraño. Terminó yéndose a México, donde no tiene esperanza alguna y ha contemplado el suicidio.

“Quiero que me perdonen”, declaró por teléfono entre sollozos. “Siento que me estoy volviendo loca. Extraño a mis hijos. No puedo vivir sin ellos”.

En Stamford, mientras tanto, sus hijos también sufren. El menor llora todo el tiempo y el mayor se ha tornado irritable e introvertido.

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