Ex pandilleros artífices en la paz marera

Ex pandilleros de LA aconsejan en tregua de maras en El Salvador

Miembros de la Mara Salvatrucha muestran sus cuerpos tatuados que hablan de su lealtad con la organización.

Miembros de la Mara Salvatrucha muestran sus cuerpos tatuados que hablan de su lealtad con la organización. Crédito: AP

Enrique Urtado no tiene un doctorado ni es un alto funcionario de gobierno. Pero sí tiene la experiencia que le dan las calles de Los Ángeles y los cientos de jóvenes pandilleros –que al igual que él- han dejado esa vida y se dedican a ser parte productiva de la sociedad.

Urtado formó parte de la comitiva internacional de doce “consejeros” que estuvieron en El Salvador por siete días, ayudando a las maras en el proceso de pacificación. Entre los consejeros están expandilleros, expertos en relaciones humanas y líderes de programas antipandillas de Inglaterra, Nueva York, Washington y Los Ángeles.

“Ellos están cansados de tanta violencia. El país tuvo una guerra civil que dejó muchos muertos, ellos son fruto de esa guerra civil, algunos son huérfanos, otros son deportados de Estados Unidos… no importa cuál sea la situación que los llevó a formar parte de las pandillas, el punto es que quieren un cambio, quieren ser aceptados por la sociedad y quieren que termine el ciclo de violencia”, dijo Urtado.

Urtado llegó a Los Ángeles en 1978, cuando tenía apenas 8 años de edad. Su familia salió huyendo de la represión y de la violencia de la preguerra.

“Al igual que muchos jóvenes que no teníamos nada a qué aspirar, que no teníamos guía, yo fui pandillero”, reconoció Urtado, quien tuvo la suerte de entrar en un programa de entrenamiento de bomberos forestales.

“Eso es lo que me ayudó a cambiar mi vida. Ahora yo recluto y entreno a pandilleros que quieren cambiar sus vidas y a jóvenes en riesgo… lo mejor es agarrarlos cuando están pequeños, cuando todavía no se han metido en problemas legales”, dijo Urtado.

Este ex pandillero, quien es un líder comunitario, tiene su oficina frente a la Lincoln High School, en la zona norteste de Los Ángeles, desde donde se encarga de reclutar a jóvenes que como él, no tienen un mentor y que creen que su futuro está atado al bienestar de la mara.

Durante su viaje a El Salvador, Urtado se reunió con líderes de ambas pandillas –MS y M18- que desde la cárcel han decretado una tregua desde marzo del presente año.

Tres de los líderes con quien se reunió en las cárceles salvadoreñas estuvieron brevemente en su programa de intervención antipandillas en Los Ángeles. Estos jóvenes fueron deportados y ahora han dado su palabra que están dispuestos a cambiar y a promover la paz entre ambas maras rivales.

“La tregua sigue. Ellos quieren cambiar, pero se necesita inversión del gobierno, inversión de la empresa privada y de los salvadoreños en el exterior para darles entrenamiento, darles disciplina en sus vidas y que tengan fuentes de trabajo… ellos quieren ser aceptados por la sociedad”, recalcó.

Uribe considera que al igual que en Los Ángeles, las pandillas en El Salvador ya forman parte de la cultura, pero que las pandillas no son sinónimo de actividades de delincuencia ni de violencia. Él los ve como clubes sociales que no necesariamente llevan a la violencia, o la extorsión ni a olas de asesinatos.

Este experto práctico considera que hay una diferencia entre los pandilleros deportados y los que se han formado en El Salvador. Los pandilleros de Los Ángeles tienen una visión de lo que necesitan y son un poco más disciplinados, en cambio los mareros que nunca han vivido en Estados Unidos se rigen por otras reglas.

“Eso es lo que yo he visto. Y otra vez, yo no tengo un Ph.D (doctorado), a mí me parece que los mareros que han vivido toda su vida en El Salvador son los más asesinos… creo que son los huérfanos, no sólo de la guerra, sino de los padres que emigraron a Estados Unidos. Son cipotes que se quedaron en la calle. Tal vez con algún familiar, pero que realmente no han tenido el cariño ni el apoyo de una familia”, dijo.

La única forma de que esta tregua sea permanente es que los salvadoreños aceptan que las pandillas son parte de sociedad, se instauran programas sociales de prevención e intervención que lleve a los jóvenes a tener un trabajo con el que se puedan ganar la vida dignamente, agregó.

“No todos se van a salvar, algunos ya están perdidos, pero sí se puede recuperar a la mayoría del cuarto de millón de pandilleros que estimamos existen en El Salvador”, acotó Urtado.

La tregua entre ambas pandillas salvadoreñas inició en marzo del presente año y desde entonces, las autoridades de seguridad pública de El Salvador estiman que la cantidad de homicidios diarios ha bajado en un 70%.

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